CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 3 de julio de 2021

 

¿CRUEL O JUSTICIERO?



        


Rey Don Pedro
se había convertido en una obsesión para Julio Castedo Valls, la comenzó a principios del 2005, tras concluir su primera novela, Apología de Venus, y la entregó a finales del 2020, después de tres reescrituras y casi dieciséis años de lucha con el personaje, en un ejercicio agónico de depuración perfeccionista, entre tanto vieron la luz El fotógrafo de cadáveres, El jugador de ajedrez – también su guion y la película- y Redención.

         Todo comenzó cuando su abuelo José Acisclo Castedo Hernández de Padilla fue engañado por un genealogista embaucador que le hizo creer descendía por rama directa de María de Padilla, la que fuera primero amante y luego esposa del rey Pedro I de Castilla. Resultó ser un engaño, pero la semilla de la historia del monarca, no sé si con justicia apodado “El Cruel”, germinó en su interior y su compleja personalidad le fue creciendo dentro hasta que se hizo carne verbal en Rey Don Pedro.

         El personaje, sin duda, resulta fascinante, marcado por un padre ausente, Alfonso XI, cuyo cariño fue para su amante y sus numerosos hijos bastardos, accedió al trono en 1350, su reinado está marcado por las constantes luchas con sus múltiples enemigos, tanto dentro de Castilla como fuera de ella. Entre los más próximos destacan por encima de todos sus hermanastros, encabezados por Enrique, conde de Trastámara, sin olvidar a sus primos los infantes de Aragón, en especial a Fernando e, incluso, su propia madre y su principal asesor, Juan Alfonso de Alburquerque, que también acabaron conspirando contra él. De los externos tuvo en frente a Pedro IV de Aragón, a tres papas diferentes y, sin posibilidad de poder ser neutral, también se vio inmerso en la guerra que los dos grandes reinos europeos, Francia e Inglaterra, mantuvieron durante más de cien años. De igual forma, su agitada vida amorosa y sexual resulta apasionante, sobre todo en lo que respecta en su relación con María de Padilla, su gran amor.

         Es de Perogrullo señalar que Rey don Pedro es una novela histórica, lo es de principio a fin; sin embargo, las batallas, conspiraciones, muertes, amores, etc., son solo el telón de fondo, el paisaje mental sobre el que el espíritu de Pedro I, recién asesinado por su hermanastro, ayudado por el mercenario Beltrán Duguesclín, reflexiona sobre sí mismo y sus problemas, pero esos pensamientos trascienden su propia historia para hacerse intemporales y abordar los grandes temas existenciales: la vida, la muerte, el poder, la ambición, el amor, el sexo, la enfermedad, el dolor… Esa exigencia de Castedo con su texto, esa reescritura obsesiva, ese ejercicio de contención lingüística  y de dolorosa elisión de hechos, que intuimos estarían presentes con todo su protagonismo en las primeras redacciones de la novela -seguramente superiores a las 500 o 600 páginas, pero que tras el filtrado han quedado reducidas a menos de 240-, ahora son la excusa para una meditación interior profunda, de manera que la narración histórica deviene en introspección psicológica que refleja el conflicto permanente entre el rey (su personalidad, miedos, inquietudes, dilemas, etc.) y su circunstancia vital, que el autor utiliza con maestría para ahondar en la condición humana, entre el “yo” lector y su propia existencia, en una suerte de realismo psicológico de alto nivel expresado mediante una prosa depurada y precisa.

Julio Castedo Valls, Rey Don Pedro, Editorial Berenice, 2021, pp.238. 

        

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