CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 1 de agosto de 2021

RESEÑA DE LA NOVELA DE RUBÉN ABELLA, "ICTUS"

 

NÁUFRAGOS CON SALVAVIDAS


 La R.A.E define Ictus como “enfermedad cerebral de origen vascular que se presenta de modo súbito”, ese valor metafórico de instante decisivo, de repente fatal, es el que Rubén Abella confiere al título de su última novela publicada por el sello Menoscuarto, donde el mal larvado y silencioso es la frustración, ese gusano de dientes menudos que devora sin cesar las esperanzas individuales y colectivas de nuestra sociedad capitalista, cimentada sobre los pies de barro de innumerables promesas incumplidas.

         Rubén Abella realiza tres catas en el cuerpo social para analizar su tejido y nos propone otras tantas historias personales de sujetos de diferente edad, sexo y condición social, ambientadas en el año 2015, cuando la crisis económica se manifestaba con toda su magnitud: Ismael, maduro cincuentón, observa como su mundo se desmorona a pasos agigantados, tanto en lo laboral como en lo familiar, traductor de profesión, cobra mucho menos por más trabajo, aun a pesar de su experiencia y honradez profesional, siente a su mujer como una extraña y a sus hijos distantes y lejanos, en lo físico y en lo sentimental; Sara, recién divorciada de un marido adultero y egoísta, está tratando de salir a flote regentando un bar, de reconstruir los restos de su naufragio con la ayuda de su madre y por su hijo de tres años, Quique, un niño precoz con el lenguaje; el tercer náufrago en el piélago urbanita de la gran ciudad es Raúl, un joven de Murcia, licenciado en arquitectura, con máster en el extranjero incluido, que busca nuevos horizontes en Madrid, pero hasta la fecha solo ha conseguido subempleos de repartidor, reponedor, peón, teleoperador… hasta que se produce el ictus, su día de furia y emerge de repente ese salvaje esculpido por el cincel del fracaso a base de engaños, insultos, ninguneos, desconsideraciones… esperanzas rotas.

         En suma, son tres personajes tomados de la calle, gente corriente, maltratada por la vida, que pasea a nuestro lado, compra en nuestras tiendas o comparte barra en la cafetería con nosotros, humanos, sencillos, próximos, a su manera audaces, con una intrepidez y una inconsciencia admirables, cuyas experiencias, desilusiones, incertidumbres, dudas, miedos, errores y desengaños no nos son ajenos, los hemos vivido y sufrido en primera persona y como ellos, cada uno según nuestras particulares vivencias, hemos pensado como Ismael en romper con nuestro pasado, escapar, dejarlo todo y huir para tratar de encontrar de nuevo nuestro lugar bajo el sol; o como Raúl hemos experimentado ese instante de locura transitoria, de violencia extrema, el ansia de acabar con todo y con todos; o como Sara nos aferramos a esa tabla de salvación de los afectos para salir a flote y nos volcamos en el amor a los hijos, por los que merece la pena luchar y levantar la persiana del negocio cada día que amanece. Son pues tres vidas que sufren por azar su particular “ictus” en un mismo instante y lugar, las consecuencias son imprevisibles, pueden ser fatales e irreversibles o bien todo puede quedar en un susto, en una dramática experiencia con secuelas que el tiempo logrará sanar.

         Ictus tiene cuarto y mitad de novela urbana (las calles de Madrid son un laberinto en el que se encuentran perdidos los personajes y cuyo centro es el bar de Sara), otro tanto también de novela-día (la acción propiamente dicha se concentra en pocas horas, si bien el pasado explica el presente y se proyecta fatídicamente hacia el futuro), un mucho de realismo social, de objetivismo narrativo y de técnica cinematográfica. El olor a verdad se percibe en cada página, en cada línea, en cada palabra, no tanto por lo que cuenta, que también, sino por la naturalidad fascinante con la que lo cuenta y trata temas como las tendencias suicidas, la culpa, el miedo a la libertad y a perderla, la expiación...

         La escritura de Rubén Abella es sobria, antirretórica y depurada, sin ser lapidaria, fluye en párrafos cortos compuestos por oraciones sencillas, de verbos yuxtapuestos o unidos por coordinación copulativa, su prosa es concisa, minuciosa y precisa con las palabras, sensible a los detalles, con breves y frecuentes descripciones que no cansan ni detienen el flujo narrativo. Los sentidos, las sensaciones, los recuerdos conforman su materia prima y el lenguaje, cuidado hasta el extremo, es el instrumento con el que logra describir los ambientes e impresiones, hacérnoslos vívidos y reales. Su estilo, como afirmara Azorín, “no es nada”, y con equivocada osadía pensamos: “Esto lo hago yo”, para comprobar de inmediato “que eso que no es nada sea lo más difícil…”

         Ictus es un viaje hacia la esencia narrativa, concretada en una novela pura, desnuda, árida por momentos, pero conmovedora, capaz de resumir en poco más de doscientas páginas la complejidad de nuestra realidad, con sentimientos y conductas, sorpresas y emociones, dolor y humor, actitud crítica y sutileza expresiva, con un final abierto a la esperanza que eleva lo común, lo rutinario a la categoría de metáfora capital y propone el amor como salvavidas para nuestros naufragios.

RUBÉN ABELLA, Ictus, Palencia, Menoscuarto, 2020.

 

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