IGNORANCIA DE LO COTIDIANO
ELIFIO FELIZ DE VARGAS
Leer
a Juan Villalba siempre resulta didáctico y ameno. Seguramente ahí radica el
aprecio -casi devoción- que le profesan sus alumnos y, sobre todo, exalumnos en
los que el paso del tiempo ha ido depurando los sentimientos y, una vez
liberados de la presión de los exámenes y la evaluación de conocimientos,
pueden reconocer con objetividad el poso de sus enseñanzas. A pesar de estos
antecedentes, reconozco que me acerqué a su último trabajo con ciertas
reticencias, derivadas de la propia introducción del libro donde se presenta
como el resultado de “un encargo para elaborar una especie de guía de Teruel”.
La pregunta suspicaz resultaba inevitable: ¿Qué puede tener de novedoso o
sorprendente un libro sobre la ciudad para alguien nacido y afincado en la
misma, prácticamente a lo largo de toda su vida?
El
error nacía del hecho de prejuzgar la obra como una guía turística al uso,
sospechosa de ser una recopilación más de lugares y edificios emblemáticos, en
los que la breve introducción histórica y su correspondiente descripción
artística, vendrían acompañadas de alguna anécdota curiosa que pudiese llamar
la atención al lector para distinguirla entre las decenas de catedrales,
palacios y museos que, inevitablemente, terminarán mezclándose y confundiéndose
en la abarrotada memoria del viajero. Si a esta aventurada sospecha le añadimos
unas dosis de vanidad autóctona, nacida de la convicción de que poco o nada nos
queda por saber de nuestros escenarios cotidianos, quedan justificadas mis precauciones
a la hora de callejear por sus páginas.
El
libro, estructurado en una serie de paseos por la ciudad protagonizados por un
viajero ficticio, inusualmente bien informado, y su guía, que servirá de apoyo
para el intercambio de opiniones o la confrontación de versiones históricas, se
abre con una referencia a los típicos tópicos turolenses, en la que a los
clásicos del frío, la Guerra Civil y los Amantes, añade el eslogan “Teruel
existe”, última incorporación al imaginario colectivo sobre nuestra provincia
más allá de nuestras fronteras. Son precisamente las razones de esta
existencia, a lo largo del tiempo y en todos los ámbitos, las que se van
desgranando en los itinerarios de cinco paseos en los que el origen y el
destino pasan de ser una ruta prefijada para convertirse en la excusa que
permita hablar al autor, por boca de su viajero, de los acontecimientos y los
personajes que han intervenido en los sucesivos cambios de la fisonomía de la
ciudad hasta transformarla en la que hoy conocemos.
Estos
recorridos no son solo un desplazamiento en el espacio sino, sobre todo, por la
memoria. Los conocimientos y recuerdos del viajero y su guía callejean también,
de forma improvisada y aleatoria, pasando de un tema a otro con la naturalidad
de una conversación entre amigos, en la que vamos descubriendo el modo en que
la solución a necesidades primordiales, como la traída de aguas o la expansión
del casco urbano más allá de sus murallas, han condicionado la organización de
las calles, la distribución del comercio y los servicios o la ubicación de los
monumentos. La mirada del viajero se
detiene, evidentemente, en el colorido y la filigrana mudéjar junto a la
enrevesada forja modernista, pero también se fija en atractivos más humildes y
minoritarios como oscuros zaguanes escondidos en las calles de la judería,
escudos nobiliarios sobre los dinteles de las puertas, curiosos mosaicos en el
suelo confeccionados con fragmentos de losas funerarias o un novedoso museo a
cielo abierto compuesto por las pinturas murales de artistas contemporáneos.
Valga este ejemplo de eclecticismo artístico para poner de manifiesto la
insólita y amplia mirada que Juan Villalba despliega sobre la ciudad.
La
nomenclatura de las calles por las que transita, los usos de los edificios que
encuentra a su paso, o las construcciones que los precedieron le sirven también
para rescatar del olvido a personajes destacados de otros tiempos. Un profesor
filantrópico como el Maestro Fabregat, el clérigo diletante representado por el
Deán Buj, el antipapa Clemente VIII sucesor del Papa Luna o héroes de guerra como el Comandante Fortea
son, para el turolense actual, nombres que designar lugares y pocos podrían
explicar los motivos que les hicieron merecedores de tal reconocimiento. Frente
a la paradoja de estos renombrados anónimos, encontramos a otros
indisolublemente unidos a la ciudad de Teruel. El Tenor Marín, Yagüe de Salas,
Gabriel Yoly, Carlos Castel, Segundo de Chomón, Pierres Vedel, Pablo Monguió o
José Torán son algunos de los personajes más citados en las páginas de este
libro.
Pero
el autor no se conforma con dar su particular visión de Teruel, sino que
también indaga en la huella que dejó su paso por la ciudad en visitantes
ilustres y que ha quedado recogida en novelas como Un millón de muertos de José María Gironella, o Lejos de Veracruz de Enrique Vila-Matas
y en películas como Torrepartida de
Pedro Lazaga, o ¡Jo, papá! de Jaime
de Armiñan, por citar algunos ejemplos nacionales, puesto que más allá de
nuestras fronteras, los textos de Hemingway y
las fotografías de Robert Capa, como reporteros de guerra, el filme Sierra de Teruel de André Malraux,
combatiente voluntario en Teruel con las Brigadas Internacionales, y los poemas
del hispanista Archer Milton Huntington, divulgador de la historia de los
Amantes en Estados Unidos, han servido para divulgar por el resto del mundo el
encanto de este enclave de arcillas viejas y pobres, de Mansuetos que se abren
como carne joven en la tierra vieja, germen de las cuatro
torres de arcilla aupada a las que
cantara Labordeta.
Esta visión panorámica de la ciudad, formulada como una larga divagación que no responde a cronologías ni temáticas, sino que va deslizándose por los recovecos de la memoria, pasando de puntillas por lo obvio y recreándose en los aspectos más pintorescos y menos conocidos, terminan por poner en evidencia la falta de conocimientos sobre nuestro entorno cotidiano, configurando una obra difícilmente clasificable dentro del género en el que inicialmente era presentada. Teruel se nos muestra desde la “otra dimensión” a la que hace referencia en su título y que resulta ser, en definitiva, la suma de todas las dimensiones posibles: sin grandilocuencias, pero a su vez, sin ningún complejo.-
Juan
Villalba Sebastián. Teruel, otra
dimensión, Zaragoza, Pregunta Ediciones, 2020
Esta reseña se publicó en TURIA
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