CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 3 de julio de 2024

 

DE SUEÑOS Y PASIONES




         En cierto modo, El aviador, la última  novela de Carlos Fortea, se puede considerar una continuación de su anterior Los jugadores, reseñada también en estas mismas páginas. Aquella situaba a sus personajes en ese enorme tablero de ajedrez del París de 1919, un gran Monopoly donde las potencias mundiales se afanaban por ganar la paz y repartirse el mundo. El tiempo demostró que los acuerdos adoptados en la Conferencia de Paz no supusieron, ni mucho menos, una solución definitiva, la herida abierta en la I Guerra Mundial volvería a sangrar en la II y ahora en el Londres de 1940 asistimos a la dolorosa retirada de las tropas aliadas de Dunkerke y vivimos los primeros bombardeos del territorio británico por parte de la aviación alemana. Podríamos pensar que estamos ante una novela histórica, pero en nota final, el autor afirma expresamente que no lo es. Como él mismo certifica al citar alguna de las fuentes consultadas, la ambientación histórica se ha trabajado con escrupuloso rigor, si bien, y esto lo añadimos nosotros, la documentación no pesa ni densifica la acción, simplemente es un sutil barniz que confiere verdad a la ficción.

         Fortea recupera algunos de los personajes de su obra anterior y en la presente los convierte en republicanos en el exilio: el ferroviario Miguel Polo, el poeta Daniel Zaldívar, la profesora de piano Marina Galván, el agente español encubierto Gabriel Cortázar… Y como en aquella, los personajes de ficción conviven e interactúan con otros reales, es el caso de Churchill, Negrín, Arturo Barea, el general Herrera, el coronel Casado, etc. Estamos también, como en aquella, ante una novela coral, pero en este caso con un protagonista principal destacado ya desde el mismo título, El aviador, el general franquista Gonzalo Rojas, y con él el recuerdo de sus dos grandes pasiones: volar y su gran amor, la periodista Laura Sastre, conocida con el pseudónimo de “Carta Blanca” —¿homenaje a la novela de Lorenzo Silva?—, en Los jugadores una joven corresponsal de guerra enviada especial a París, que intentaba abrirse paso en un mundo profesional difícil y más para una mujer.

         Su memoria se remonta a 1911, cuando comenzó su aprendizaje como piloto de aviones y se “ganó las alas”. A partir de ese momento en la novela la anacronía se impone y la estructura cronológica lineal se ve interrumpida por analepsis constantes, de manera que el presente y el pasado se alternan y se explican mutuamente y lo histórico y social ceden paulatinamente el paso a lo íntimo y personal, para mostrarnos la historia de un hombre, sus sueños, pasiones y decisiones: presenciamos sus arriesgados primeros vuelos y vivimos sus ansias por volar —para hacer realidad este sueño tiene que convertirse en militar sin compartir en absoluto el ardor guerrero de la casta—; ya con el grado de teniente, asistimos al primer encuentro con Laura, convertida en esos momentos en una afamada, temida y agresiva periodista; conocemos la épica aeronáutica de las primeras décadas del siglo XX, la edad de oro para los pioneros de la aviación; experimentamos su primer contacto con la guerra, la de Marruecos, y participamos de sus dudas y problemas como militar; disfrutamos de su paulatino enamoramiento y comprendemos su ruptura por sus divergentes caracteres: ella comprometida con la realidad social; él un soñador “respetuoso con todo lo establecido”, pero que no puede evitar “pensar solo en aviones”; revivimos la terrible Guerra Civil y sus fatales consecuencias de muertes y exilios.

         En el presente, otra mujer entra en su vida, Clara Suances, una exiliada por voluntad propia e involucrada en la defensa de la causa republicana, aun a pesar de su conservadora y adinerada familia, que tratará de sumar al bando aliado al general y, sobre todo, de desvelar el misterio de su persona y el de su adscripción a la sublevación franquista.

         Más que leerse, El aviador se ve en imágenes, en secuencias fílmicas que pasan ante los ojos del lector convertido en espectador de una película con unos diálogos claros, sencillos, sin vanas retóricas, en los que las miradas y los silencios cobran tanta importancia o más que las propias palabras. Estamos ante una novela ambientada en los comienzos de la II Guerra Mundial, pero en su esencia es atemporal, no reflexiona ni profundiza en los problemas de ese periodo histórico, los trata tangencialmente para centrarse de manera fundamental en la doble pasión de un hombre por una mujer y por volar, sus dudas, circunstancias, decisiones y compromiso vital.         En el fondo, Carlos Fortea reflexiona sobre nuestro presente, sobre el enigma que es todo ser humano y nos obliga con delicada sutilidad a pensar en nosotros mismos, como individuos y como sociedad, a bucear en el pasado, ese espejo que debemos mirar de vez en cuando, para explicar nuestro presente, a analizar las causas y consecuencias de nuestras decisiones en nuestra propia vida.

 

Carlos Fortea, El aviador, Madrid, Nocturna Ediciones, 2023.

 

 

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