De la vida, trayectoria profesional y producción musical del bajo Victoriano Redondo del Castillo no hay ningún estudio completo, ni siquiera aproximativo. Tan sólo en las obras de referencia de la música clásica encontramos breves semblanzas biográficas que en su mayoría aportan los mismos datos, presentan idénticas lagunas y perpetúan por copia los mismos errores, que se reproducen una y otra vez e incluso se incrementan. Así, por ejemplo, el diccionario de la SGAE (con diez tomos de aproximadamente mil páginas cada uno), tan sólo le dedica cinco líneas, y lo sitúa en la tesitura de tenor, cuando Redondo del Castillo fue, sin duda, el bajo aragonés más importante del siglo XX y uno de los más destacados de España en la década de los veinte.
De igual forma, todos fechan su nacimiento en 1900 en Teruel capital, cuando nació en Alfambra en 1891. Tampoco ninguno de ellos facilita la fecha de su muerte, que tuvo lugar en Madrid en 1933, limitándose a decir que a partir de los años treinta su rastro se desvaneció, se esfumó cual fantasma de la ópera.
Incluso en referencias directas, como la de su hijo Victoriano Redondo Leó, presente en su libro de memorias, Vivir en Madrid, 1936-1939, al recordar a su padre, seguramente llevado por su amor filial, adorna su trayectoria profesional de forma innecesaria, haciéndole protagonizar acontecimientos en los que nunca intervino. Es el caso de su fantasiosa participación como bajo titular en la conmemoración del centenario de la creación de la inmortal obra de Rossini, El barbero de Sevilla, que tuvo lugar en La Scala de Milán en 1916, por cierto, con la actuación de la Rosina por excelencia en la historia de la ópera, la soprano de Valderrobres, Elvira de Hidalgo, con la que sí llegaría a cantar algunos años más tarde, pero en otros escenarios, como luego veremos. Lo único cierto es que en esta fecha Victoriano Redondo se encontraba en Italia becado por la Diputación Provincial ampliando su formación musical, pero en modo alguno pudo ser propuesto como afirma su hijo “nada más llegar al país” por “el tribunal que lo examinó” como “bajo titular en el homenaje que se iba a celebrar en conmemoración del centenario de Rossini.”
Reconstruyamos pues su trayectoria profesional con los datos que hemos podido contrastar con la prensa de la época en un intento de depurar errores.
Seguramente, hacia 1900, el niño Victoriano entró de infantico en el coro de la catedral de Albarracín, comenzando su instrucción musical bajo la batuta del organista de la misma, Vicente Perpiñá. En 1912, la Diputación Provincial de Teruel, le concedió una beca de 1.500 ptas. para continuar con sus estudios de música y canto en el conservatorio de Valencia, donde los concluyó con premio extraordinario.
Como hemos indicado, en 1916 la Diputación lo pensionó –esta vez con 2.000 ptas.- por dos años más para que ampliara su formación en Milán. A su conclusión, en San Sebastián, el 30 de enero de 1918, estrenó el drama lírico en tres actos, La llama, del malogrado compositor vasco Usandizaga. Con esta obra hizo su presentación en el Gran Teatro de Madrid a finales de marzo y entró a formar parte del elenco de la compañía del mismo. Aquí comienza su larga y fructífera relación con el maestro Amadeo Vives, de quien estrenó en julio de 1919 su Balada de Carnaval.
Intérpretes de Balada de carnaval. Victoriano es el primero de la izquierda. |
A lo largo de esta extenuante temporada en el Gran Teatro representó el papel de Ranfis en Aída, luego interpretó don Basilio en El barbero de Sevilla, Pascual en Marina, Marcel en los Hugonotes y Baldassarre en La Favorita , entre otros papeles. Todas ellas eran óperas adaptadas, a las que se les suprimía un acto, por norma general el último, que se preparaban con precipitación y pocos medios, fiadas en gran parte a la improvisación de los intérpretes, por lo que su puesta en escena dejaba mucho que desear y no eran frecuentes los éxitos, más bien todo lo contrario. Cansado de esta situación, Victoriano decidió volver a Milán –de nuevo pensionado por la DPT , en esta ocasión con 3.000 ptas.- para proseguir con sus estudios, con él viajó su gran amigo, Marcos Redondo, quien con el tiempo sería el mejor barítono español del siglo XX.
En Italia cantó en diferentes teatros y parece ser que realizó una gira por los Países Bajos. A su regreso a España contrajo matrimonio con Carmen Ledó. En la temporada de 1922-23, lo encontramos de bajo titular del Teatro Real de Madrid, donde entre otras muchas actuaciones cantó sendos Rigolettos, acompañando a los tenores indiscutibles del momento, Hipólito Lázaro y Miguel Fleta, compartiendo cartel en ambas ocasiones con su paisana, una de las mejores sopranos coloraturas del mundo, Elvira de Hidalgo.
Caricatura del ABC. El barbero de Sevilla, 1923. Redondo es el personaje del paraguas. |
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ResponderEliminarLa compañía de Amadeo Vives que se desplazó a América con el propio compositor, en la que junto a Redondo del Castillo figuraban otros artistas como Mary Isaura, Matilde Martín, Jorge Ponce o Fortunio Bonanova, actuó entre 1924 y 1925 en los países que se citan, salvo en Venezuela y Colombia; allí no actuaron. Puede consultarse al respecto la información que sobre esa gira recopiló desde España Guillermo Fernández-Shaw (coautor del libreto de "Doña Francisquita") y que se conserva en la Fundación March (Madrid).
ResponderEliminarGracias, un saludo
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