CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

viernes, 13 de septiembre de 2013

LA FILOSOFÍA DEL HÉROE EN "LA VIDA DE PEDRO SAPUTO"

 



La filosofía estoica, o mejor aún, el neo-estoicismo propio del siglo XVI (combinación del estoicismo clásico fatalista y el dogma cristiano), un tanto atemperado por el gusto por lo terrenal -afán de dinero, fama, etc.) animan el espíritu del protagonista y probablemente el de su autor. El elogio del Manual de Epicteto y la conducta de Pedro Saputo así parecen confirmarlo.
Conforme a los dictados del estoicismo renacentista, Pedro Saputo cree en la inmutabilidad del carácter individual, "porque yo conozco que el que es malo de hombre hecho lo hubo de ser de niño, sino que no sabía ni podía ejecutar la maldad, pero lo que es mala inclinación ya la tenía en el alma". 
   Los caracteres personales dependen directamente de la naturaleza originaria de cada ser, son inmutables, permaneciendo siempre en consonancia con la naturaleza que les corresponde. Las máximas con las que se concluye la novela, atribuidas a Pedro Saputo, dan fe del seguimiento de esta doctrina: "-La pereza en los jóvenes, la desautoridad en los viejos, la vanidad en las feas, y casar hombre pequeño con mujer alta, decía que son cuatro pecados iguales contra natura...
-Decía que había cuatro cosas que le ponían a punto de alferecía: mesa pequeña, cama corta, mula pesada y navaja sin filo. Cuatro que le regaban el alma de risa: una vieja con flores, un marido gurrumino, un predicador de mal ejemplo, y un fraile o clérigo haciendo la rueda a una dama..."
   La actitud del protagonista ante los problemas y reveses de la vida es la de una serena intelección; si todo acontece como debe acontecer, conforme a su naturaleza, al filósofo no le queda más que su razón par entender y soportar todo cuanto venga sobre él.
   Nuestro héroe manifiesta una clara conciencia de que el saber no es mero deleite y pasatiempo, sino un elemento activo al servicio de la comunidad, mediante el cual realiza una crítica social constructiva, así como una crítica religiosa que no atenta contra creencias fundamentales, sino contra lo que es obra humana y va contra "natura", todo ello unido a su "nobleza" de alma y patriotismo, nos sitúa su moral en un humanismo renacentista propio de la formación clásica de su autor que, muchas veces, se decanta ideológicamente, por la prepotencia de su inteligencia y por las coordenadas espacio-temporales en las que vive Braulio Foz, hacia un despotismo ilustrado un tanto tardío que exige soluciones inmediatas para los problemas reales de su tierra y de su época.

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