Lo quisieron o se quiso matar y murió de un
infarto. El cadáver es el de un hombre feo, investiga el caso Javier Landa, un
policía con inquietudes artísticas y solitario, de hecho, podría, en algunos
aspectos, confundírsele con Arturo Cervera, el muerto. El mal y el tiempo, la última obra de Carlos Fortea, es una novela
de personajes vestida con el negro de las policíacas, hay un arma, una mujer
fatal y llueve en ocasiones, pero todo eso es una excusa para atrapar al lector
y que la narración avance, lo importante es descubrir quién fue la víctima o
esa hermosa mujer de “belleza eterna” del cuadro que preside la escena del
hipotético crimen, Silvia Corsano, una pintora muy especial, clave en la
investigación y centro del triángulo amoroso planteado ya desde las primeras
páginas.
Carlos
Fortea teje una trama de novela negra en la que poco a poco va descubriendo la
psicología de sus personajes y su evolución a lo largo del tiempo; se mueven en
la doble moral existente entre lo que se considera ético, lo que se encuentra
dentro de la ley y el orden, y los deseos internos, confesables o no, que
chocan con los primeros y los hacen tambalearse o, sencillamente, derrumbarse a
las primeras de cambio. También es destacable la diferenciación que se aprecia
entre teoría y práctica, entre lo que es y debe hacerse, y lo que realmente uno
es capaz de realizar cuando intervienen elementos o factores exógenos
incontrolables, que pueden impulsarnos a actuar de una forma que previamente
entenderíamos como inaceptable, estamos hablando de corrupción en el más amplio
sentido de la palabra: política, económica, social e, incluso, personal y
familiar, es el egoísmo en estado puro: mi yo, mi estabilidad, mi trabajo, mi
prestigio, mis ambiciones… No importa el precio que se tenga que pagar o a
quién se tenga que pisar, ya no hay moral, ha caído el muro que diferencia el
bien del mal, el capitalismo campa a sus anchas y todo tiene un precio.
Nos guste o no, se trata de la realidad del mundo
actual en general y de España en particular, esa España que arranca con una
transición con pies de barro, continúa en los ochenta con una transformación
construida sobre la especulación que da paso en los noventa a la gran mentira
de una falsa sociedad del bienestar en la que estuvimos -¿estamos?- instalados
hasta que a finales de la primera década del año 2000 comenzó una crisis que en
nuestro país se agudizó más por la corrupción sistémica que hacia el 2012 fue
imposible seguir negando.
Narrada en dos tiempos -1990 y 2012-, se alternan
tres tramas paralelas e intercaladas hasta hacerlas coincidir: en la primera,
se desarrolla la investigación policial; en la segunda, se cuenta la semana
anterior a la muerte de Arturo Cervera y, en la tercera, la acción retrocede a
los años noventa, momento del comienzo de los hechos que culminan en ese
presente narrativo. Ese pasado de “vino y rosas”, lleno de sueños y ambiciones
de juventud, es el espejo que sirve para explicar los sucesos del hoy de los personajes y,
claro, como no, del país.
Con esta estructura y un estilo un tanto
minimalista –hay mucho de contención y poda-, en el que menos es más, donde los
silencios -cómplices y culpables- son tan importantes o más que lo dicho (el
lector debe cuestionarse, reflexionar, hacerse en todo momento preguntas sobre
los sucesos expuestos), Carlos Fortea nos presenta veinte años de historia de
España en la que, como en un nuevo Retrato
de Dorian Grey, la inocencia de la incipiente e ilusionada sociedad
democrática española se va corrompiendo hasta hacerla irreconocible incluso
para “la madre que la parió”.
Más allá de
la investigación policial y del análisis sociológico, el árbol temático de la
novela es amplio: desde la posición y actitud de los hombres en el mundo,
pasando por el del valor de la amistad y el juego del amor, hasta el arte como
elemento de salvación y vehículo de conocimiento.
El
mal y el tiempo es una novela
abierta, de indagación en el ser humano, un “ubi sunt” continuo de sueños,
ilusiones, amistades, amores… Los lectores en general disfrutarán con ella,
pero a los que ya tenemos una cierta edad y en los noventa todavía éramos
jóvenes, además de hacernos pasar un buen rato nos obligará a pensar y, como en
la canción de Presuntos implicados, nos hará reflexionar sobre “… cómo hemos
cambiado…”, a preguntarnos sobre dónde están tantas cosas importantes de
nuestro pasado.
Carlos
Fortea, El mal y el tiempo, Madrid,
Nocturna Ediciones, 2017.
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