PASCUAL ALBERO BURILLO. EL DIVO DE LA JOTA.
Trayectoria profesional
Pascual Albero (Alcaine, 1906- Zaragoza, 1999) fue un tenor lírico ligero de voz aérea, con gran capacidad para los agudos. Galán Bergua, el estudioso de la jota aragonesa, destacaba de ella “su facilidad en los filados y portamentos, la limpieza con que emitía el Do de pecho y el Re y, sobre todo, el depurado gusto y el sugestivo matiz.”[2] De escasa estatura y gran confianza en sí mismo, sobresalía por su fuerte personalidad y gran carisma personal, lo que le llevó a protagonizar anécdotas como esta que describe Joaquín Martín de Sagarmínaga[3]:
Cierta vez en que Federico Moreno Torroba se encontraba a la caza de buenas voces, con vistas a organizar una nueva temporada lírica en Barcelona, le propusieron el nombre de Pascual Albero. El compositor respondió: -Es un buen tenor, pero muy pequeño. Pasados unos días, tras haberle fallado otros cantantes, le pidió a un intermediario que localizase a Pascual Albero. Pero al entrevistarse con él, éste le contestó: -Dígale al maestro que en los días transcurridos yo no he variado de estatura.
Al final acabaron colaborando y fueron grandes amigos.
Su trayectoria profesional puede dividirse en tres etapas: un periodo de formación que se prolonga hasta 1931; su debut, consolidación y éxitos como cantante de ópera y zarzuela en Barcelona y Madrid, que se extiende durante un lustro hasta la Guerra Civil; la lucha por la vida en la posguerra que le llevó a compatibilizar la lírica con su más prosaica profesión de contable, en un abandono progresivo de los escenarios como profesional del canto hacia mediados los años cuarenta, si bien siguió cantando de vez en cuando en Zaragoza, en especial en el café Ambos Mundos o en El Avenida, hasta bien avanzados los años sesenta.
Debutó en 1931 en Barcelona con la ópera de Arrieta, Marina, desde un primer momento trató de alternar ópera y zarzuela, para lo que preparó un amplio repertorio que abarcaba ambos géneros: Tosca, Rigoletto, La Bohème, El elixir de amor, Pagliacci, Cavalleria rusticana, La favorita, Los gavilanes, Doña Francisquita, La Generala, El Ama, El guitarrito, Sangre de reyes, Los claveles, La Alegría del batallón, El caserío, La Dolores, Molinos de viento, La pícara molinera, Los de Aragón, y un largo etcétera.
Su gran valedor y mentor fue el maestro y compositor aragonés Pablo Luna, quien lo presentó en Madrid en 1934 con enorme éxito, alcanzando en ese momento la cumbre de su carrera. Como a tantos otros españoles, la Guerra Civil truncó su trayectoria profesional y a su conclusión, aunque trató durante algunos años de seguir con ella, al final se impuso la necesidad de tener un empleo estable, si bien esta circunstancia no impidió que persistiera su pasión por el canto y continuó participando en todos los eventos líricos organizados en Zaragoza, ciudad donde se asentó definitivamente y que reconocería sus méritos poco antes de su muerte dedicándole una calle, como también hiciera unos años antes Belchite, el pueblo de su mujer, o su pueblo natal, primero con un homenaje a su persona en 1984, y después dando su nombre a la plaza principal y colocando como recuerdo una placa conmemorativa en su casa natal. Atrás quedaban estrenos de campanillas como El alma del carrero o Paquita la del Portillo; escenarios de la categoría del Liceo de Barcelona y compañeros de lujo como Plácido Domingo (padre), Hipólito Lázaro, Marcos Redondo, Pedro Terol, Pablo Gorgé, Vicente Simón, Maruja Vallojera, Mª Teresa Planas, María Espinalt, Pilar Andrés, y tantos y tantos otros grandes cantantes.
Pascual Albero y el cine.
FOTOGRAMA DE LA PELÍCULA |
Durante el mes de junio de 1936 participó a las órdenes del cámara metido a realizador, Arturo Porchet, en la grabación del film basado en la obra homónima del maestro Luna, Hogueras en la noche, un drama familiar lleno de tópicos ambientado en una cuenca minera (minas de Figols), reconstruida parcialmente en el interior de los estudios Trilla-La Riva. Aprobada por el Comité de Explotación de Cines en enero de 1937, se fijó su estreno en Barcelona para el 22 de febrero. Por el contrario, en Madrid se estrenó el 28 de junio de 1937 en el cine Rialto. La película no fue excesivamente bien recibida por la crítica[4]. Lo mejor quizá fueran las canciones que interpretaba nuestro tenor, que según consta en sus archivos fueron “Sangre de reyes” y “La canción del barrenero” (Pascual representaba el papel, como se puede suponer, de un minero[5]).
Parece ser que fue contratado por estas fechas para llevar a la pantalla grande en forma de superproducción la ópera Marina, pero como tantas otras cosas, el proyecto se vio truncado por la Guerra Civil.
Artículo completo en CABIRIA CUADERNOS DE CINE
[1] FOTOS DE PASCUAL ALBERO
[2] El libro de la jota aragonesa :
Estudio histórico, crítico, analítico, descriptivo y antológico de la jota en
Aragón, Zaragoza, 1966, pág.
230.
[3] Mitos y susurros. 50 años de lírica en España, Madrid, Editorial
Zumaque, 2010, pág. 363.
[4] Hasta la fecha no hemos
podido localizar la película.
[5] FOTOGRAMAS DE LA PELÍCULA.
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