LIBRO TODO O CÓMO SUBLIMAR LA REALIDAD
La nieve sobre el agua es la tercera entrega de una obra en marcha que comenzó hace ya más de veinte años con Días sin huella (1998) y tuvo su continuidad con La marea del tiempo (2007), un particular experimento creativo, una tarea vital, del escritor y periodista, Raúl Carlos Maícas, en la que reúne textos publicados en la revista Turia, que él mismo fundó hace ya treinta y seis años y continúa dirigiendo, inasequible al desaliento, con voluntad de hierro.
En esta ocasión, se trata de una gavilla de escritos correspondiente a los años 2002/2005, que como en los casos anteriores conforman una suerte de obra diarística, en la que se combinan descripción y reflexión con la finalidad de configurar una especie de depurado inventario de la cotidianeidad muy particular, donde registra historias del día a día, anécdotas, comentarios, análisis, etc., pero no con voluntad notarial de levantar acta, sino con la de realizar un ejercicio de literatura doblemente decantada.
La nieve sobre el agua es pues un libro misceláneo y heterodoxo compuesto a base de textos fragmentarios de fácil y libre lectura: es una descripción muy personal de una ciudad, Teruel, esa “tierra surreal”, esa “isla del interior de España”; es una galería de retratos de multitud de personajes, tanto anónimos y cotidianos, como de personalidades de la cultura y el arte (Carlos Pazos, Janaina Tschäpe, Ángeles Santos, Derain, etc.) en ocasiones amigos o conocidos (Fernando Savater, Juan Manuel Bonet, etc.), en otras, importantes referentes intelectuales (Costa, Gómez de la Serna, Octavio Paz, etc.), en su mayoría se nombran, pero a veces se recurre a la inicial de su nombre o a la socorrida X, con la que el escritor se protege, al tiempo que juega al escondite para excitar la imaginación del lector; es un catálogo de vivencias, experiencias, sentimientos, lecturas... En definitiva, es un “libro todo” del existir del autor, en el que transciende y comparte su realidad a base de formalizarla con ascética perseverancia, y aquí es donde, mediante un lenguaje trabajado con minuciosidad de orfebre, profunda agudeza crítica, citas bien elegidas, fina ironía y gran economía estilística (recurre con frecuencia a la contundente concisión didáctica e ilustrada del aforismo o a la esencialidad del microrrelato o del mini-ensayo), La nieve sobre el agua consigue sublimar el acontecer diario y lo transforma en empática experiencia.
Como no puede ser de otra manera, esta entrega es una continuación formal y temática de las anteriores, encontramos la nostalgia de la infancia –magnífico el texto dedicado al recuerdo de la casa donde nació-, ese anhelo constante de huida de lo próximo e inmediato y la búsqueda de un refugio en la intemporalidad del arte, manifestada en forma de frecuentes visitas a exposiciones en museos como el IVAM o el Reina Sofía, donde el autor se traslada a otra dimensión vital instalada fuera del tiempo (son excelentes los análisis de exposiciones de creadores como Roy Lichtenstein, Salvador Victoria, Aurélie Nemours, entre otros), el desencanto del mundo editorial y literario, plagado de “timbas y artificios, con sus apuestas, camarillas, fariseísmos y truculencias, reyezuelos y damnificados”, y el “descrédito” que le merece la política, quizá la única novedad de esta obra sea que Raúl Carlos se reconoce más viejo y comparte con el lector lo que califica como el “suicidio de la madurez”, esa pragmática crisis existencial tan propia del demonio meridiano, cuando comprobamos cómo, sin remisión, se nos agota “el tiempo de las quimeras y los sueños” y se intensifica en nosotros la desazón del desengaño de vivir.
La existencia hay que renovarla continuamente, eso es vivir: crear realidades nuevas; pero, sobre todo, eso es escribir: reinventar la realidad a partir de cuatro datos tomados de la vida, aunque esta sea en su mayor parte tediosa y gris. En cierta forma, escribir es la mejor manera de leer la propia vida y Raúl Carlos lo hace con puntual tenacidad todas las noches en un terapéutico y volteriano ejercicio literario que aprovecha la condición intergenérica del diario-dietario, ese “útil marcapasos de voluntades frágiles”, para emanciparse de este “mundo enfermo y aburrido, de esta realidad resquebrajada” y vivir “la aventura permanente de desafiar a todos con nuestras provocaciones intelectuales, morales, geográficas y estéticas.” En definitiva, para ejercitarse con absoluta libertad en la práctica creativa del lenguaje y el pensamiento.
Raúl Carlos Maícas, La nieve sobre el agua. Diario, Madrid, Fórcola Ediciones, 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario