CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 1 de agosto de 2019

RESEÑA DE "SUR", DE ANTONIO SOLER



UN DÍA DE CALOR, HORMIGAS Y TERRAL


Ese apátrida de España, pero asentado en su lengua y en su tradición literaria, “exiliado de aquí y de allá” por voluntad propia, apasionado del mundo árabe y descubridor del “Sur”, Juan Goytisolo, da nombre al reciente Premio de Narrativa del Ayuntamiento de Alcobendas, excelente iniciativa cultural con la que reivindican la obra del escritor catalán y lo adoptan como hijo de la villa madrileña. En su primera edición ha resultado ganadora la novela Sur –curiosa coincidencia, o tal vez no-, del escritor malagueño Antonio Soler, otro enamorado de nuestro idioma. 

Si la película de Lynch, Terciopelo azul, comienza con una oreja cortada encontrada en el césped, Sur lo hace con un hombre moribundo abandonado en un descampado de una ciudad del sur (no se nombra, pero las pistas son suficientes para saber que es su Málaga natal), en ambos casos las hormigas invaden y horadan los “carnuzos” humanos y sirven de metáfora de arranque para introducirnos a lo largo de la narración en el nauseabundo subsuelo de una sociedad supuestamente idílica, pero que en cuanto escarbas un poco en su superficie te sumerges en estratos psicológicos sombríos e inquietantes de personajes en apariencia grises y anodinos que terminan convirtiéndose en complejos, contradictorios y llenos de matices. Tanto el cineasta como el escritor gustan de esa mirada entomológica buñuelina que les lleva a observar a sus personajes como insectos, a pasar de la mirada objetiva –científica- de su caparazón externo a tratar de descubrir las pulsiones más profundas de su conducta. Así como el genial director calandino admiró al naturalista Jean-Henri Casimir Fabre, tan presente en su cine, Soler hace lo propio con el biólogo Edward Osborne Wilson. 

En torno a la aparición del cuerpo agonizante del abogado Dionisio Grandes -el Dioni-, se estructura una asfixiante narración de un tórrido día de verano dominado por el viento terral, durante cuyo trascurso se entrecruzan las existencias de multitud de personajes de diferente edades y clases sociales que, como los instrumentos de una orquesta, interpretan la sinfonía de la vida, con la característica de que todos son concertinos, pero ninguno puede llegar a oírse si no se apoya en los demás, de alguna manera, cada uno de ellos son las celdillas cuyas paredes compartidas con las de otras forman los diferentes panales de la inmensa colmena de la ciudad, por eso el relato es circular, o hexagonal si se quiere, y su final abierto. De hecho, la novela incluye en apéndice un útil y divertido “censo” de los 220 personajes, incluido el propio autor, donde el lector puede acudir en caso de perderse, y aunque no se pierda, su lectura es obligada. 

Los referentes son pues obvios: La colmena, Manhattan Transfer o el Ulises, pero por encima de todos El Diablo Cojuelo, la lucianesca novela satírico-picaresca de Vélez de Guevara, como en ella, Soler, un nuevo Don Cleofás del siglo XXI, acompañado de su particular demoñuelo creativo levantará los tejados de su ciudad para mostrarnos lo que en la cotidianidad permanece oculto, ese iceberg de deseos, ambiciones, frustraciones, etc., que mueven y explican el mundo, que conforman la gran comedia humana. 

Sur es una obra compleja y caleidoscópica en la que se mezclan los diferentes niveles del lenguaje, con sus variantes lingüísticas diatópicas, diastráticas y diáfásicas -¡qué oído tiene el malagueño!-, incluida la publicidad o los mensajes de Whatsapp; se alternan los puntos de vista narrativos, desde la primera persona -hay incluso fragmentos de un diario-, pasando por la tercera, el narrador omnisciente, el estilo indirecto libre, el flujo de conciencia, etc. 

Soler es un escritor consolidado, dueño de un estilo y de un mundo narrativo propio que el lector reconoce como suyo desde las primeras líneas, de hecho, Sur podría decirse que es la suma de las constantes temáticas y narrativas de sus novelas anteriores: el humor vitriólico, a veces absolutamente negro, con el que salpimienta algunas de las historias, es el caso de la tan desopilante como surrealista donación de Belita al cura de la parroquia, herederas en unas ocasiones del realismo esperpéntico del mejor Azcona, Buñuel, Galdós, etc., mientras que en otras lo hace con ese expresionismo degradatorio, de resonancias fellinianas, por poner un ejemplo, del grotesco matrimonio de Mariano Villaplana y Encarnación Molledo, la Segueta; una mirada constante al pasado que rememora la niñez o la adolescencia y reflexiona acerca de los sueños desvanecidos, las ilusiones no cumplidas, y descubre en el presente la fractura que la realidad produjo en los proyectos y las esperanzas de los años pretéritos (se nota que se mueve con gusto y fluidez en la literatura de la memoria); las complejas relaciones familiares; las ambiciones frustradas; la violencia, física y psíquica; el sexo como motor del mundo, o deberíamos decir mejor, el deseo; la prosa poemática que, junto con ese tremendismo transido de emoción, hurga en las aristas dolorosas de la palabra y por debajo de sus uñas hasta alcanzar la escritura de lo que duele o de lo que no se tiene ganas de ver, de la auténtica realidad en la que vivimos, etc. 

Sur es una obra tan ambiciosa como total, hasta el punto de que quizá suponga el final de un ciclo narrativo para su autor. Difícil de superar, no se la pierdan. 

Antonio Soler, Sur, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018.

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