NO
TRESPASSING
La
vocación universalista de la obra de Agustín Sánchez Vidal es una
característica íntimamente unida a la de su deseo de resolver “enigmas”,
iluminar esas “palabras oscuras o equívocas” y a ello se apresta en titánicas
empresas que alcanzan su máxima complejidad cuando ha pretendido desentrañar el
genio creador de artistas absolutos: Miguel Hernández, Buñuel, Dalí… En esta ocasión,
como anticipa el título de su última obra, Quijote
Welles, aborda la inmensa personalidad de ese enfant terribledel cine que devino en apestado hombre orquesta,
prestidigitador y malabarista,bon vivant
enamorado de España, gran bebedor con prótesis en la boca en forma de puro, sombra
inmóvil, perpetuo niño grande, embustero e impostor, inventor del fake, embaucador y sablista, infatigable
trabajador,a veces encantador gigante bonachón, otras terrorífico y monstruoso
Ogro-O(r)so(n) enfadado.
Con 24
años Alejandro Magno fundaba Alejandría, Orson Welles dirigía Ciudadano Kane. Si aquel moría a los 32,
este había pasado de ser el wunderkind de
Hollywood a ser una vieja gloria. Ciudadano Kane comienza y termina con
una rima fílmica precisa: “No trespassing”. Este cartel indicador es el primer
y el penúltimo plano, pero, ¿qué es lo que no se puede traspasar? Ese
“prohibido el paso” advierte de una frontera y superarla supone transgredir un
“tabú” cultural humano ancestral, el que implica bucear en los orígenes, en lo
más profundo de un ser para desnudarlo ante los otros y exponer públicamente
sus secretos más íntimos. Al morir, el protagonista tiene en la mano una bola
de cristal y pronuncia la famosa palabra enigma: Rosebud. Auténtico “Mac Guffin” de la película que anima la
investigación de Thompson, el periodista encargado de descubrir su significado,
de reconstruir la vida contradictoria del magnate de la prensa Charles Foster
Kane.
En Quijote Welles la investigadora es la freelance Barbara Galway y el Mac Guffin, la escritura de una
biografía sobre Welles.Como le ocurrió a Max Aub con su novela sobre Buñuel,
que se encontró en todo momento con un terreno minado de mentiras y falsedades sembradas
por el propio biografiado, en este caso es el mismo Welles quien contribuye a
borrar las pistas, quien escamotea información, quien como buen escapista
consigue evadirse de las trampas que se le tienden y con sus trucos de mago
enseña solo las cartas que le interesan: su proyecto vital, su película sobre El Quijote, para la que busca
financiación y pretende utilizar a Barbara con el fin de conseguirla de la
productora de Spielberg.
Sánchez
Vidal se apoya en el tándem Orson-Barbara para, siguiendo la tesis de que no es
la vida de una persona la que explica su obra, sino lo contrario, con la fuerza
discursiva wellesiana en acción, contarnos todo tipo de historias, presentar
todo un universo de cine, cambiar de tema constantemente, abordar asuntos de
toda índole, desde lo anecdótico (pelea a sillazos entre Orson y Hemingway),
hasta temas más serios -o no- como la verdadera identidad de su padre (sospecha
que fue Fiodor Chaliapin, el mítico bajo ruso, que tuvo una aventura con su
madre), todo vertebrado en torno a esa obra en marcha que fue su Quijote, o deberíamos decir mejor ese work in progress de un genio llamado
Orson Welles, que se nos explica en cada uno de sus estadios creativos, desde
el vitalismo de sus inicios hasta llegar a su etapa final de más serena reflexión.
Durante treinta años luchó por sacar adelante su peculiar adaptación
cinematográfica, que al fin y a la postre terminó convirtiéndose en un ensayo
sobre España y sobre sí mismo.
Sánchez
Vidal comienza explicando el Spanish
Crazeamericano para cimentar su clase magistral y relacionar a Welles con
su primera mujer, Rita Hayworth (Margarita Cansino, hija de un bailarín
sevillano), nos habla de sus primeros contactos con nuestro país, sus
veleidades toreras, su compromiso con la República, sigue con el primer exilio
europeo a finales de los años cuarenta del cineasta y su estancia en España
para rodar Mister Arkadin (entre los
figurantes del baile de máscaras rodado en San Gregorio en Valladolid, se
encontraba Miguel Delibes) y su primer contacto con El Quijote, con el Museo del Prado, con Goya y el Greco; sus ideas
iniciales para tras concluir el rodaje de Sed
de malcomenzar con la grabación de un cortometraje con Charlton Heston como
don Quijote para el show de Frank Sinatra en la cadena de TV CBS; su segundo
exilio europeo y nuevo asalto a la obra cervantina, España se convierte en
escenario habitual de sus películas (Una
historia inmortal, Fraude, Campanadas
a medianoche).
Sánchez Vidal, con esa
agudeza que afila todavía más si cabe ese tipo de escritores abocados al abismo
de una curiosidad infinita y obsesionados por trascender los lugares comunes,
nos ha dejado en esta “novela”, suma de entrevistas y brillante análisis reflexivo
con forma dialogada de la historia, la literatura, el arte, el folclore, la
antropología… de la España de posguerra, su evolución y transformaciones hasta
la transición, pero además de ser la radiografía de un país, de su obra más
representativa y de un cineasta absolutamente enamorado de ambas, nos habla
también de su propia forma de entender la creación artística, describe su
particular “Cueva de Montesinos”, su personal “Retablo de las Maravillas”, en
el que se representan historias de todo tipo (el vino, toros y toreros, Ronda…),
que se cruzan y se explican entre sí, para tejer en un mismo lienzo el ser del
biografiado y de España. Mejor que los documentos para conocer a alguien o
algo, son los relatos, los testimonios, los cuentos, las anécdotas que genera
una persona o un hecho. No pretende tan solo retratar a Welles, quiere penetrar
en su zona prohibida, descubrir su auténtica personalidad y conocer el porqué
de su comportamiento y de su cine.
Si con Sol y sombra Sánchez Vidal se
reconciliaba con España, con este nuevo libro, desde la óptica del genial
cineasta, le rinde profundo homenaje. Quijote
Welles es una novela-ensayo, un “gran reserva”, fruto
de una pasión contagiosa por el cine, la inmortal novela cervantina y España,
tan vigorosa como las obras de su autor, Sánchez Vidal, y de su biografiado,
Orson Welles, verdaderos maestros en sus respectivas disciplinas, de los que
han bebido y seguirán bebiendo generaciones de cinéfilos y cineastas.
Agustín Sánchez Vidal, Quijote Welles, Madrid, Fórcola Ediciones, 2020.
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