CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 4 de enero de 2023

 

EL PRADO, UN ESPACIO DE PENSAMIENTO


            Nadie que conozca la obra de Agustín Sánchez Vidal pensará que su último ensayo, La vida secreta de los cuadros, se limite solo a presentar sesudos análisis pictóricos al uso o pretenda atraer la atención del lector con visiones esotéricas sensacionalistas, desde luego, todo eso lo encontrará en su justa medida, pero su pretensión última es más ambiciosa, completa y universal, de alguna manera nos la anticipa en el subtítulo de la obra, Un recorrido diferente por el Museo del Prado, y nos la explica en su prólogo, “El camino español o pintura de la variedad del mundo”: no estamos ante una “guía del museo a través de sus ‘grandes éxitos’”, su propósito es hacérnoslo disfrutar desde la erudición y la anécdota mostrando “las historias que exhibe, esconde o deja adivinar”, crear una cartografía abierta -nunca definitiva-, que reflexione acerca de la imagen, pero también acerca del mundo y de la vida. En suma, su intención es la de enseñarnos el Prado como un espacio de pensamiento abierto.

            Etimológicamente la palabra museo proviene del griego moyseîon, propiamente “lugar dedicado a las Musas”, un templo consagrado a las nueve jóvenes diosas protectoras de la épica, la música, la poesía amorosa, la oratoria, la historia, la tragedia, la comedia, la danza y la astronomía. De alguna forma son las inspiradoras de la creación, el arte, el saber y la elocuencia, si aplicamos esta definición original a nuestro museo nos encontramos ante “un espacio con plena capacidad para repensar el mundo” y se convierte en una “atalaya” desde la que contemplar y comprender la vida humana. Pero, además, el Prado, por su gestación y configuración, tiene un valor único y especial que lo distingue de otros grandes museos mundiales como el Louvre o el British, precisamente porque habla de manera directa sobre España, sobre nuestra historia e, incluso, sobre nuestra idiosincrasia, es, como él mismo define, un “ágora sobre lo que nos ha constituido como colectividad”, en este sentido, esta obra se emparenta directamente con su ensayo, Sol y sombra, por lo que tiene de introspección y homenaje a España, por su forma de relacionar pasado y presente, arte y vida cotidiana.         

            Junto con el Prado –continente y contenido-, uno de los personajes principales de su trabajo es el complejo y contradictorio Felipe II (el “rey papelero”, que se pasaba horas y horas atendiendo la correspondencia, admirador de Tiziano, pero fascinado por otro pintor en sus antípodas, El Bosco)  y su época, cuando en España no se ponía el sol, pero su persona y cuadros sirven no solo para hablar de pintura e historia, sino de matrimonios de conveniencia, del nacimiento de la correspondencia en el mundo, la creación de los servicios de espionaje y de la criptografía, de duelos y disputas por amor… para cerrar el capítulo regalándonos el argumento de una novela policíaca con trasfondo histórico con Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, como protagonista.

            Sánchez Vidal analiza la importancia y el simbolismo de los colores, en especial en los bodegones, esos cuadros aparentemente inocuos, interpretables de inmediato que, como el resto del arte figurativo, simulan que transcriben la realidad tal cual es, pero no es así, también están codificados y bajo su sagaz mirada descubrimos la simbología política de los alimentos, así el naranja fue emblema del protestantismo porque su nombre coincidía con el de Guillermo de Orange, momento en el que en la pintura holandesa se impone ese tono para las zanahorias y otros productos hortícolas, o que los arenques simbolizan la resistencia contra los españoles, porque constituyó el alimento que les permitió aguantar durante el cerco de la ciudad de Leiden, en el marco de la guerra de Flandes. Por el contrario, como contrapunto, el azul, hasta ese momento muy poco utilizado por su elevado coste de elaboración, terminó convirtiéndose en el de la Inmaculada Concepción y, a la postre, en el de la bandera europea, elección mal digerida por los países protestantes de la Unión, cuyo uso interpretaron como una conspiración religiosa e ideológica de los católicos.

            Otro personaje principal es Goya, o los diferentes Goyas que conviven en sus paredes estableciendo visiones radicalmente distintas de España: la colorista, alegre y placentera de su etapa juvenil en “La pradera de san Isidro”, frente a  la sombría y siniestra de “La Romería de san Isidro” de sus pinturas negras.

            Uno de los capítulos más curioso y documentado es el que dedica a los bufones y “gentes de placer” -enanos, locos, titiriteros, fenómenos-, centrado en su mayor parte en la pintura de Velázquez y en su humana y personal relación con ellos y con los monarcas.

            Sánchez Vidal nos enseña que las imágenes nunca son transparentes, juegan con códigos o lenguajes determinados por el contexto histórico, la cultura o la educación. El cuadro trampantojo elegido para la portada, de cuyo marco sale –o entra- el título y un niño, nos lo anticipa: este ensayo quiere romper el espacio pictórico, hacer permeable el marco, y prorrogarlo hacia el el espectador para incluirlo dentro y hacerlo partícipe de su mensaje; mirar una obra de arte no es verla como algo externo, ajeno a quien lo contempla, sino que también puede servir para conocernos más y mejor.

            Siguiendo el gracianesco aforismo, “no todos los que miran ven”, nos evidencia que la visión no es solo un fenómeno óptico, implica también acuerdos, convenciones y procesos sociales, su mirada va más allá del canon tradicional y establece conexiones con otras múltiples disciplinas: arte, literatura, cine, ciencia, economía, sociología y realidad se integran y se explican mutuamente estableciendo constelaciones de significado, de manera que esta capacidad para encontrar vínculos entre ámbitos diversos del conocimiento y nuestro propio presente nos ayuda a entender mucho mejor el mundo en que vivimos y a nosotros mismos. De esta forma, nuestra mirada se amplia y completa convirtiendo al museo del Prado en un espacio de pensamiento que nos obliga a hacernos preguntas, así,  guiados por el especialista, pero con divulgativa y esencial exposición de maestro de escuela regada por el refrescante chirimiri de la lluvia fina del humor, descubrimos que las imágenes sirven de motor cultural, narrativo y vital para los hombres, de alguna manera son contadoras de historias y crean relatos colectivos que nos ofrecen un conocimiento transversal y no estandarizado del mundo. Fuera de estas ficciones no existen dioses, ni naciones, ni dinero, ni leyes… Como señala en el capítulo, “Cicatríces de Babel”, en el que analiza  este recurrente mito a lo largo de la historia y sus implicaciones lingüísticas-político-religiosas presentes en las diferentes artes, los relatos son los únicos capaces de “sobreponerse a las ruinas de los imperios y monumentos[…] Pueden conectar Babilonia con Nueva York, superando la geografía y la historia, atravesando los continentes desde Asia hasta América o los siglos a lo largo de cuatro mil años. Son capaces de mantener toda su vigencia y dejar por el camino un reguero de obras maestras, generando miles de glosas abordadas desde las más diversas manifestaciones artísticas, instancias culturales o derivas geopolíticas.”

Agustín Sánchez Vidal, La vida secreta de los cuadros, Barcelona, Espasa, 2022.

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