BIARRITZ, TERRITORIO LITERARIO
A nadie se le escapa que somos memoria: para Buñuel “una vida sin memoria no sería vida…”; para Lledó “ser es, esencialmente, ser memoria; es encontrar una forma de coherencia, un vínculo entre lo que somos, lo que queríamos ser y lo que hemos sido”; para Proust “lo que llamamos realidad es cierta relación entre las sensaciones y los recuerdos que nos circundan”; Rilke, por su parte, decía que “para escribir un solo verso, hay que haber visto muchas ciudades, muchos hombres y muchas cosas…” Los griegos ya lo sabían y nos lo anticiparon cuando hicieron a las Musas, inspiradoras de la creatividad, hijas de Mnemosyne, la Memoria. Por eso, Memoria de Biarritz, la última obra de Fernando Castillo, es mucho más que un libro de viajes, es una suerte de bildungsroman sobre la evolución vital, sentimental y cultural de esta ciudad desde sus comienzos como villa de pescadores hasta llegar a la actualidad convertida en un fantasma de lo que fue, en un decorado de “residencias de influencers adictos al selfie y pobres en conocimientos y sentido del ridículo…”, pasando por sus diferentes etapas como destino de nobles aristócratas, refugio de exiliados rusos –más tarde españoles-, sede de espías, campo de entrenamiento militar durante la ocupación nazi, paraíso de surferos y santuario del terrorismo vasco.
¿De dónde le viene su magia a
Biarritz? De su carácter de encrucijada de diferentes mundos: el francés, el
español, el ruso, el vasco… De ser el lugar elegido por el ecologismo ilustrado
para los “baños de impresión”, los famosos “baños de mar”, que pronto derivó en
distinguida ciudad de veraneo de la alta aristocracia europea, ese “París de la
costa vasca”, como se le conoce a partir del Segundo Imperio, con la llegada de
Napoleón III y de la emperatriz Eugenia de Montijo, que construyeron esa
residencia de verano, símbolo identitario de cierta Europa durante la llamada Belle Époque, que años más tarde sería
el Hôtel du Palais, para en su época dorada convertirse en lugar de refugio de
transterrados ilustres, en principio rusos, como el bello príncipe Félix
Yusúpov, uno de los asesinos de Rasputin o los Poliakoff, banqueros judíos y
reyes de los ferrocarriles rusos, tiempo después ya de todo el mundo, caso del
conocido como Bolo Pachá, un golfo marsellés de buena familia, comisionista
internacional y agitador cultural y festivo de Biarritz en su Villa Velléda,
que terminó siendo juzgado tras Mata Hari por espionaje y fusilado en abril de
1918.
En el oleaje de la memoria de
Biarritz presenciamos el ir y venir francés y español de monarquías, repúblicas
e imperios; asistimos a dos guerras mundiales, a la ocupación y liberación de
un territorio, al glamur del turismo de ilustres minorías y a la vulgaridad del
turismo de masas, todo ello salpimentado con la presencia constante de
personalidades de la realeza (Eduardo VII, Alfonso XIII, etc.), economía (los millonarios
Errázuriz, propietarios de otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad,
La Mimoseraie o Pierre d’Arcangues, financiero belga, magnate del sector de la
energía eléctrica y pionero de la explotación de las posibilidades de la
aviación, otro de los grandes animadores culturales de la ciudad), estafadores
(Serge Alexandre Stavisky), espías (Josep Pla, Manuel Aznar, Manuel Vidal
Quadra, etc.), conspiradores (Sanjurjo, Calvo Sotelo, Primo de Rivera, etc,) vamos,
por momentos, una novela trepidante.
Castillo describe con rigor
histórico y agilidad narrativa en veintitrés capítulos la literatura a la que
ha dado lugar la ciudad, convertida en territorio literario de novelistas,
poetas y viajeros, que han transmitido con plasticidad no exenta de atracción
los claroscuros de Biarritz en sus obras, porque como él mismo reconoce, “se
puede viajar solo, pero no se puede viajar sin lecturas”, así en este viaje le acompañan obras de Felipe
Trigo, Fernández Flórez, Azorín, Víctor Hugo, Zola, Flaubert, Maurice Rostand,
Raymond Roussel, Nabokov, José C. Valdés… y, claro, cómo no, de Proust, Irène
Némirovsky, Patrick Mondiano y un larguísimo etcétera. Pero también ha sido
lugar de residencia e inspiración para pintores como Benlliure o Picasso,
diseñadoras de moda como Coco Chenel, músicos como Stravinsky, Ravel o
Rubinstein y actores tan populares como Gloria Swanson, Douglas Fairbanks,
Raquel Meller, Gary Cooper, Bing Crosby, Charles Chaplin, Frank Sinatra, etc.
La historia de la ciudad y en cierto
modo también de Europa, se encuentra resumida en esa “lista de sombras” de los
nombres grabados en las tumbas del cementerio de Sabaou, “un tanto escondido en
un Biarritz algo secreto y alejado…”, nombres de todas las nacionalidades,
irlandeses, franceses, españoles, portugueses, croatas, holandeses, italianos,
armenios, rusos, polacos, ingleses, alemanes… y cruces de todo tipo, latinas,
vascas, ortodoxas, de Lorena, con estrella de David y compases masónicos… ejemplos
evidentes de su “cosmopolitismo póstumo”.
Fernando Castillo, como ya hiciera
en otras publicaciones anteriores (Atlas
personal, Un cierto Tánger o Rapsodia italiana) vuelve a demostrar
sus dotes como excelente historiador de la cultura y como escritor, capaz de extractar
los amplios y diversos conocimientos de numerosas lecturas y esencializarlos en
una prosa entre narrativa y ensayística, absorbente y seductora, sugestiva y
placentera en la que de manera fluida se relacionan múltiples saberes: historia
y arquitectura; el detalle humano con la referencia cultural; la literatura con
la música y la pintura; el gusto y el olfato con la mirada de un paseante
curioso, de un fotógrafo que busca el ángulo inédito, la fotogenia callada de lo
que fue y ya ha dejado de ser, para de esta forma hacer viajar al lector a
Biarritz sin moverse del sofá, estamos ante la obra de un excelente lector y
viajero que, bebiendo de una extensa bibliografía, de sus recuerdos familiares
–una colección de postales heredada de sus bisabuelos en vísperas de la Gran
Guerra- y los propios de un biarrot
de adopción, como él mismo se reconoce, así como también de sus impresiones
sobre el terreno, escribe un ensayo amable, culto y luminoso, de grata y
amenísima lectura, en el que evoca una época ya pasada poblada de ilustres espectros,
un mundo hoy desaparecido y reconvertido en decorado turístico.
Memoria
de Biarritz es más, mucho más que un libro de viajes, son veintitrés postales
en blanco y negro que gustará, y mucho, al viajero que reniega de la guía
online y busca penetrar en la esencia de esta ciudad.
Fernando
Castillo, Memoria de Biarritz, Confluencias
Editorial, 2022
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