Las tres de la madrugada
En 1967 la editorial Alfaguara publica la novela
de Miguel Buñuel, Las tres de la madrugada,
dentro de su colección “La
Novela Popular , Contemporánea, Inédita, Española”, dirigida
por el novelista Jorge Cela Trulock. El objetivo de esta colección, en palabras
de Camilo José Cela Conde, era el de realizar una labor social de difusión de
la literatura mediante la edición de “un librito que salía a la calle cada
quince días, muy barato y, eso sí, pobremente editado. Ahora, con el tiempo, sorprende
que una colección capaz de reunir a los autores que publicaron en la Novela Popular (todos
los que sonaban en el panorama literario español) fracasara”. Efectivamente, en
esta colección publicaron autores tan prestigiosos e importantes en la
literatura española actual como: Francisco Ayala, Francisco García Pavón,
Francisco Umbral, Juan Madrid, Jesús Torbado, Manuel Vicent... Las tres de la madrugada es una novela
corta cuyas características generales la situarían dentro del denominado
realismo social: su narración es lineal y la acción se concreta en un corto
espacio de tiempo –viaje desde Santander a Madrid en el Expreso de las 22 h–,
con abundancia de datos concretos, descripciones funcionales, preeminencia del
diálogo y lenguaje directo, despojado de toda retórica, simple, coloquial e,
incluso, en ocasiones, vulgar: “–Ni que lo diga uste dijo un campesino, rojo y colorado–... Un
vecino mío le dieron por muerto y ahura está más fuerte que yo y haciendo
fainas que yo no pueo hacer”. Sin embargo, a pesar de que las técnicas
empleadas por Buñuel derivan del objetivismo –su mirada pretende semejarse a la
de la cámara cinematográfica y los diálogos parecen recogidos con un
magnetófono–, e, incluso, a la presencia de personaje colectivo, no logra
escapar de su tendencia a lo simbólico, a lo trascendente. El viaje del Expreso
se convierte en una gran alegoría de la vida humana: “–Ya ve, doctor, el mundo
es un pañuelo –intervino el brigada. –El mundo es un departamento de tren y...”
(p. 33). Los personajes carecen de toda psicología singular y en ocasiones son
tomados como representativos de una clase o un grupo social, como ocurre con
los siguientes:
“En el departamento, además del viajante, del
maestro y del hombre grueso, un cura, un soldado, dos estudiantes, una mujer
guapa, una mujer fea y otra mujer ni guapa ni fea.
– Y eso –dijo el viajante– que aquí están las
fuerzas vivas de la nación...
– ¿Ja, ja, ja...!
Ríen todos, menos el cura, el cual frunce el ceño.
El viajante señala al maestro.
– La escuela...
Ahora señala al hombre grueso.
– La despensa...
– Pues, sí, señor, soy panadero... ¿En qué lo ha
notado?...
El viajante señala al cura.
– La
Iglesia.. .
Señala al soldado.
– El Ejército...” (p. 52).
Y en otras, se convierten en símbolos de
categorías vitales como el Amor, representado por la pareja de amantes; la Vida , representada por el
recién nacido; la Muerte ,
simbolizada por el hombre enlutado que afirma: “Mi papel en la comedia humana
es el último... Soy el revés de un nacimiento” (p. 92).
El simbolismo de Buñuel es de corte cristiano. En
el tema central de la novela, el nacimiento de un niño en el tren, rememora,
sin ningún intento de ocultación, el nacimiento de Jesús y la adoración de los
Reyes Magos: “El pasillo del recién nacido, bañado por el sol del amanecer. Los
titiriteros avanzan. Tocan la marcha de la Marina norteamericana. Primero va el bombo;
después, el trombón; y, a continuación, el trompeta. Le siguen los niños, dos a
dos, llevando en bandeja los gorros. Inmediatamente, el americano del pelo
blanco, con el billete de cien dólares, sobre las manos extendidas. Le sigue el
americano joven, con la pluma estilográfica, sobre sus manos extendidas. Y,
finalmente, el americano negro, con el reloj, también sobre sus manos
extendidas[...].
El americano del pelo blanco hace una reverencia
y deposita su presente, el billete de cien dólares al pie de la cuna.
La madre se queda boquiabierta y se estremece.
El americano joven deposita su presente, la pluma
estilográfica, junto al billete. Hace una reverencia y se retira.
El americano negro sonríe como un verdadero rey
mago, hace una reverencia y deposita su regalo, el reloj, junto a los otros
presentes...” (p. 101).
Regalos también simbólicos: “El dinero que todo
lo puede... La técnica que todo lo puede... El tiempo que todo lo puede...” (p.
95).
Así pues, en Las
tres de la madrugada, al simbolismo espacial del tren, al simbolismo del
conjunto,
responde un constante simbolismo del detalle.
Todos los personajes del libro y todas las palabras clave –amor, muerte...– son
otras tantas figuras que tienen una significación más allá de sí mismas.
El estilo de la novela es sumamente sencillo –nos
consta que fue traducida al danés como lectura de iniciación a nuestra lengua
con el título de El tren–, cabe destacar la abundancia de elementos elididos en
las descripciones, la profusión de verbos de movimiento en los compases
iniciales de la obra y la presencia de un asíndeton continuado, todo lo cual
confiere a la narración una cierta rapidez, un cierto ritmo trepidante, propio
de la marcha de un tren.
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