APROXIMACIÓN BIOGRÁFICA (III)
Un año antes, en 1946, un compañero de pensión le
llevó a Álvaro de Laiglesia, a la sazón director de La Codorniz en su segunda etapa, unos cuantos dibujos
que fueron suficientes para que lo admitieran como colaborador habitual y todoterreno:
chistes, dibujos, artículos, críticas y relatos (“Amor desgraciado”, “El
trompeta”, “Mamá de pistolero”, “El caso de Lord Creek”, etc.). Creó el
personaje el novel enmascardo, ilustró la novela de Fernández Flórez, El
malvado Carabel, y fue dando cuerpo y vida a sus personajes más exitosos de
ese momento, la pareja siniestra – bautizados por el escritor Ángel
Palomino como Clodulfo y Lisarda-, una especie de “familia Addams” a la
española, que simbolizaba la “España negra”, rancia y caduca. Más tarde los retomaría
en Don José, llamándolos simplemente esos dos, revista de humor
que entroncaba con la primera Codorniz -la capitaneada por Mihura-, y
que Mingote dirigió desde sus comienzos en julio de 1955, hasta su número 107, para
poco después desaparecer, constituyendo “uno de los más bellos fracasos de la
prensa española”.
Los ideales
carlistas del joven Mingote se atemperaron y aunque siguió como militar en
activo para sobrevivir, poco a poco fue definiendo un camino personal que se
decantó por la inteligencia y, sobre todo, por el sentido común, de manera que
comenzó a mostrarse crítico con el régimen desde su tronera de francotirador de
La Codorniz
y participó, sin duda, del general anhelo de apertura común a todos los
integrantes de la citada revista.
Como el mismo
confesó en repetidas ocasiones, La
Codorniz “fue como mi madre. Ella me parió al mundo del
humor y del periodismo; ella me enseñó a comportarme con libertad, comprensión
y tolerancia...” Allí entró en contacto con lo que López Rubio denominó la
otra generación del 27: Mihura, Jardiel, Neville, Herreros y, sobre
todo, su gran amigo Tono, al que tanto quiso y admiró. Tan importante fue esta
experiencia para él que siempre reconoció que La Codorniz era su
tema favorito, es más, afirmaba que “el
querido pájaro es mi tema único”, “el suceso humorístico del siglo”, “un
Acontecimiento Histórico Trascendental”.
Desde su ingreso en La
Codorniz no dejó de dibujar y escribir. Publicó su
primera novela, Las palmeras de cartón, en 1948, ilustrada por Goñi, uno
de los grandes dibujantes de la época y buen amigo suyo.
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