TEATRO (I)
Rey
de Artieda, entre la pluma y la espada.
Andrés
Rey de Artieda nació en Valencia en ¿1544 o 1549?, hijo de aragonés y
valenciana. Sin duda conoció de primera mano la historia de los Amantes, no
olvidemos que en 1555 se descubrieron
sus cuerpos en una capilla de la iglesia de San Pedro. Ese mismo año, el
escritor turolense, Pedro de Alventosa, compilaba por escrito la historia,
relato en la actualidad perdido, y en 1577, Bartolomé de Villalba, el doncel de
Jérica, la incluía en el que puede ser considerado como primer libro de viajes
por España, El peregrino curioso y
grandezas de España.
Conocedor
pues de la tradición y casi con seguridad también de las obras citadas, Artieda
publicaba la suya en 1581, si bien fue estrenada algún año antes.
Rey
de Artieda es el escritor renacentista prototípico, herido tres veces en
Lepanto, participó en otras tantas batallas de importancia y parece ser que
llegó a cruzar el Elba a nado sosteniendo la espada en la boca, a vista del
ejército enemigo.
Resulta
curioso el escueto título de su drama, Los
Amantes, sin complemento alguno que sirviera para localizarlos en el
espacio, como dándolo por supuesto por ser una historia sobradamente conocida
por todos, por lo menos en el entorno oral aragonés y valenciano en el que se
movía el escritor. De igual forma, esa falta de concreción del título también
alude a la universalidad del tema que se dispone a dramatizar.
Como señala Esther
Borrego (2009), la obra de Rey de Artieda pretende establecer un equilibrio
entre el modelo de la tragedia clásica de corte humanista y las nuevas
creaciones populares que comenzaban a triunfar en los escenarios: el tema es su
primera innovación, es nacional y basado en un hecho con visos de ser
histórico; prescinde de la división en cinco actos, de los coros, de los seres
fantásticos y de la puesta en escena de los sucesos más trágicos, a los que tan
solo alude; las unidades de tiempo (la víspera y el día del trágico suceso),
lugar (Teruel y sus afueras; dos casas, la de Isabel y la de Diego) y acción
(supeditada a las unidades anteriores, pero los hechos empezaron años antes,
aquí entra en juego una de las aportaciones más originales de Artieda: Diego
narra la historia de sus amores al caballero Heredia, estrategia que sirve al
autor para poner en antecedentes al público) se mantienen pero sin rigidez, las
señales de mal agüero y los símbolos no son meros vestigios del teatro clásico,
sino que tienen en algunos casos valor de personajes, etc.
De alguna forma, los
postulados teatrales defendidos por Artieda son un precedente necesario para la
formación del teatro nacional, que culminaría el mismo Lope de Vega y que
formularía en su Arte nuevo de hacer
comedias, de hecho son varios los estudiosos que ven en el personaje de
Perafán, el criado de Diego, un claro precursor del “gracioso” del teatro lopesco.
A partir de su obra,
prácticamente todos las posteriores siguen linealmente el argumento por él
planteado, aunque la versión más reconocida en el futuro fuera la de Pérez de
Montalbán, si bien, cada una de ellas varía notablemente en tono, intención y
forma.
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