CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 26 de diciembre de 2018

TRAS LA HUELLA DE LOS AMANTES EN LA LITERATURA (X)

TEATRO VII



Óperas decimonónicas: un masón y una mujer

        
Tras el éxito de Hartzenbusch, surgieron las ya citadas parodias[1], que con mayor o menor fortuna intentaron poner freno a los excesos del drama romántico español e, incluso, una gran ópera debida a Tomás Bretón.

La defensa que realizara Bretón de una ópera nacional autóctona y original de altos vuelos, alejada de los tópicos de siempre, tan propios de la zarzuela española, cuyos máximos representantes eran, entre otros, Barbieri, que había escrito en 1862 el libreto para una obra sobre los Amantes que dejó sin musicar, o Arrieta, más apegados a la realidad del país y al género chico que ellos habían creado, implicó su enemistad y críticas adversas, hasta el punto de que su primera gran ópera, Gli Amanti di Teruel, que supuso una ruptura total -musical, escénica, técnica y de producción- con lo que se venía haciendo hasta ese momento, durmió el sueño de los justos en el cajón del Teatro Real durante más de cinco años, y eso, como el propio Bretón decía apesadumbrado, de que contaba con el apoyo explícito del mismo Alfonso XII. De hecho, la negativa de la empresa, apoyada en las maquinaciones de Arrieta y Barbieri, generó una gran polémica, que si bien retrasó el estreno, colocó la cuestión de la ópera nacional en el centro de los debates de la regeneración de la cultura española.

Por fin, el 12 de febrero de 1889, se llevó a escena en el Teatro Real de Madrid[2], con una entusiasta acogida de crítica y público, convirtiéndose en todo un hito para la música española. Su posterior triunfo sin paliativos, obtenido en el Gran Teatro del Liceo en el mes de mayo, conllevó una exitosa gira por los principales escenarios nacionales –Sevilla, Valladolid, Granada, Valencia, etc.- e internacionales -Viena, Praga, varias ciudades de Alemania, Buenos Aires, etc.- El mismo Galdós, para quien Bretón era un “wagneriano”, llegó a considerarla lo mejor que hasta ese momento se había escrito por músicos españoles en “el género lírico serio”. A pesar de todo, sus recalcitrantes enemigos acusaron al compositor de masón y atribuyeron su gloria a una confabulación masónica.




         Con antelación a la ópera de Bretón, en diciembre de 1865, se estrenó con gran éxito en el Teatro Principal de Valencia el drama lírico escrito en italiano por Rosario Zapater[3], una culta, políglota y olvidada escritora que firmó casi toda su obra con seudónimo masculino, y música del compositor vasco Avelino Aguirre, Gli Amanti di Teruel, basada también, como la de Bretón, en la pieza teatral de Hartzenbusch, pero con la singularidad de que incorporó un coro a la manera de la tragedia clásica.


[1] A este respecto puede consultarse PELÁEZ PÉREZ, Víctor (2004), “Los amantes de Teruel de Hartzenbusch en solfa”, Stichomythia, 2. También puede consultarse CANTERO GARCÍA, Víctor (2005), “Juan Martínez Villergas o cómo frenar los excesos del drama romántico: análisis de su parodia Los amantes de Chinchón”,  Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, 23.

[2] El elenco de cantantes fue de un nivel importante, en los principales papeles cantaron el tenor Fernando Valero, la soprano Bibiana Pérez, el barítono Delfino Menotti y la contralto Guerrina Fabbri.
[3] En la actualidad se encuentra perdida.

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