A Félix Romeo, in memoriam.
Surcos
Surcos
Por su parte, Natividad Zaro, en una entrevista titulada significativamente “Justificación y defensa del realismo en el cine”, concedida a Castán Palomar y publicada en Primer Plano el 25 de noviembre del 51, en plena polémica suscitada por la declaración de Surcos como de “interés nacional”[1], demuestra un conocimiento profundo de las pretensiones de la película y, de alguna manera, contraviene las excluyentes afirmaciones de Nieves Conde, al defender que el cine tiene que ser crónica de su tiempo más que historia y folclore e, incluso, ante la pregunta de si fue suya la idea de Surcos, responder de la siguiente manera: ”Sí. En cierta ocasión, Eugenio Montes me había sugerido la conveniencia de llevar a la pantalla asuntos palpitantes. Creo que el de esta película lo es. Pero también creo que, en parte, choca contra la clase de cine que es habitual aquí. Ello determina que haya opiniones adversas, por pocas que sean, éstas parecen más afectas a un cine nada realista; pero cuando se habla de moralidad, pienso que ésta no debe ser confundida con la ñoñez...” Como se puede comprobar, Natividad Zaro conocía perfectamente la auténtica dimensión del filme y no se sintió, a tenor de sus declaraciones, en absoluto traicionada con el desarrollo del guión, de hecho, ella no ve en la película un desmesurado afán de realismo, sino que juzga que han reflejado la realidad tal cual es al afirmar que “en España, donde la vida marcha al compás de los tiempos, hay una tendencia, lo mismo en lo cinematográfico que en lo teatral, a no dar esa sensación. El cine y la escena falsean frecuentemente la verdad del ritmo en que está la vida y producen sólo plácidos pasatiempos, como si no pretendieran más que hacer cómodas y amables las digestiones (...) Cuando nos hemos internado, durante el rodaje de la película en barrios donde abundan fondos sociales ácidos y turbios, nos hemos encontrado con que respondían exactamente a la intención de esta cinta, y hasta que había casos bastante más crudos y desoladores que los que figuran en ellas...”
Sea como fuere, Natividad Zaro tuvo que ver con la gestación de la película, no sólo en lo literario, sino también en lo financiero, pues fue producida por Atenea Films, S.L, productora de la que ella era la presidenta, lo que confirma que, participara más o menos en la confección del guión, creyó en sus posibilidades, tanto artísticas -figura en los títulos de crédito-, como económicas -produce la película-. Si en lo primero acertó -Surcos marcó un hito en el cine español y es comparable a las mejores películas neorrealistas-, en lo segundo se equivocó, pues resultó un fracaso económico.
La película tendrá, si se quiere, una última lectura conservadora (no hay que olvidar que desde Nieves Conde, pasando por Torrente Ballester, Eugenio Montes y la propia Natividad, todos fueron reconocidos falangistas, aunque seguramente disconformes con la política social del franquismo), pero de lo que no cabe duda es que su crítica social -emigración, mercado negro, estraperlo, escasez de vivienda, paro y prostitución- resultó excesivamente dura para su tiempo y molestó a los sectores más reaccionarios del momento, desencadenando una agria polémica político cultural que se saldó con la dimisión de García Escudero y un mayor, si cabe, celo censor. Desde ese instante, los cineastas se vieron obligados a limitar de forma importante el alcance social y político de sus proyectos cinematográficos.
Natividad Zaro no fue una excepción y su carrera como escritora parece dar un nuevo giro que la llevó a abandonar cualquier pretensión inicial de profundidad intelectual o compromiso social, para irse diluyendo en películas eminentemente comerciales, cuyo único fin fue el de entretener y ganar dinero.
[1] La defensa que de ella hizo el recién nombrado Director General de Cinematografía, García Escudero, frente a la grandilocuente Alba de América, de Juan de Orduña, terminaría costándole el puesto.
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