De Ricardo supe por una entrevista que realizó para la Cadena Ser en Teruel -una iniciativa digna de continuarse consistente en recuperar para los oyentes las vidas de personas mayores-, en la que en breve tiempo sintetizó su trayectoria vital y esbozó el canto de alguna jota. Aquí subo un resumen de la misma.
Ricardo es un hombre afable, parlanchín y decidor, con una memoria prodigiosa, al que le gusta cantar jotas y regalar su voz a todo el que quiera escucharlo. En la vida ha sido un todoterreno, nació en La Puebla de Valverde en 1923 y con 12 años ya estaba de pastor; con 14 años tiraba pinos con el forestal de su pueblo y poco después comenzó a trabajar como peón de la construcción: ayudó a desmontar la vía minera de Ojos Negros-Sagunto y colaboró en la constucción de los edificios de la emisora de televisión del pico de Javalambre, entre otras muchas obras. Con una instrucción primaria, le gusta leer y manifiesta un gran interés por todo aquello que tiene que ver con la Historia de Aragón. De hecho, entre múltiples borradores sobre personajes históricos de nuestra Comunidad (Agustina de Aragón, Ramiro II, etc.), tiene escrito un proyecto de memorias sobre sus vivencias en la guerra civil de gran interés, en el que se recogen los sucesos acaecidos en la puebla de Valverde en el verano del año 1936 con la Columna Casas Sala, el cambio de bando de los guardias civiles y los posteriores fusilamientos.La afición por la jota le viene de su padre, Florencio Ballester Ibáñez, que era carretero y le gustaba cantarlas. Él lo ha hecho desde que recuerda, casi siempre acompañado por la rondalla de su pueblo y cuenta con orgullo que ha compartido escenarios con los más grandes voces de su época: José Iranzo, Jesús Gracia y Joaquín Peribáñez. Aquí dejo testimonio de ello.
No puedo concluir esta entrada sin agradecer sinceramente la colaboración prestada por la directora de la Residencia Javalambre, Inmaculada Sánchez, y la Cadena Ser en Teruel, a quienes felicito sinceramente por la iniciativa de recuperar para la ciudad la memoria de muchos de sus residentes. Al fin y al cabo, las personas mayores son el disco duro de un mundo que desaparece, pero que todavía está vivo entre nosotros; no son muebles ni trastos viejos arrumbados en un almacén de antigüedades, son personas con mucha vida, mucho que contar y mucho que aportar, y más en unos momentos como los que estamos pasando, donde todos somos pocos para sacar esto adelante, la experiencia siempre ha sido un grado, hagámosla valer y escuchémoslos. Ellos nos lo agradecerán y nosotros también.
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