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En cuando la enfermera nos dejó solos, sin ni siquiera darme tiempo a presentarme, el anciano me imploró anhelante: “¿Tiene un cigarrillo, por favor? El médico de la residencia me ha prohibido fumar, ya sabe, por mi salud y… La verdad, como ya casi nadie viene a verme… Lo cierto es que hace ya algunos días que se me han acabado.”
Le contesté que no fumaba, me presenté y le expliqué el motivo de mi visita: hacer un reportaje sobre su vida.
Al despedirme, la misma enfermera se acercó para ayudar al anciano y acompañarlo a cenar. Él, antes de que llegará a nuestra altura, bajando la voz, casi en un susurró, concluyó: “Para finalizar, le diré que hacer dinero no es tan difícil como la gente cree. El secreto es poner pasión en todo lo que se emprende… ¡Ah! Y no tener ningún escrúpulo, esa es la fórmula. Una cosa más, cuando vuelva a verme, acuérdese de traerme tabaco, se lo agradeceré.” Y me miró suplicante. “Sabe, cuando se llega a mi edad es muy difícil apasionarse por algo y sin pasión, joven, estás muerto.”
Aquel hombre que se alejaba con paso vacilante había sido, sin duda, el más importante e influyente del último tercio del pasado siglo y pronto sería portada del New York Times. Alguien dijo una vez de él que si no hubiese sido tan rico, hubiera sido un gran hombre.
Gracias por la visita y el comentario.
ResponderEliminarY sí, tener pasión por lo que se hace resulta fundamental.
Un abrazo.