Raíces de soledad y de silencio.
Se trata de una autobiografía poética del autor. El libro comienza con el tema ya citado de la búsqueda o la presencia de un amor que dé sentido a su vida, ilusión a su espíritu y esperanza a su verso:
No me importa seguir esperando,
no me importa que llegue la muerte,
si tus ojos se van con los míos
y mi abrazo te queda presente (p.17)
Sin embargo, ese brote de esperanza, esa "sonrisa" en su vida es efímera, una falacia, pronto se pierde en el recuerdo, se convierte en una mentira y el poeta se siente obligado a volver a sus temas de siempre, a sus versos constantes:
...Quizás, un día
mi pecho sumergido en el silencio,
y acallando la duda que conserva,
en un afán sin horas, aún anhele
cruzar con la mentira por mis días,
-mientras sueño que estoy en los abismos
del surco de tu risa. Yo no puedo
dejar a mi poema sin recursos,
que griten la razón de mi ignonimia.
Que exponga mi pudor, la inercia misma
que me quedó pendiente desde niño.
Que acepta mis consignas. Que ha ignorado
como encontrar tu azul, que ya dislumbro (sic)
en esta noche gris... Cuando el recuerdo
se abraza a mi dolor y ya no espera
andar en solitario otro poema... (p.22)
Abandona la búsqueda de un amor perdido en el tiempo, se duele de la sonrisa que le queda y pasa a evocar las razones de su llanto, de su soledad y de su silencio.
Su recuerdo le permite encontrar las raíces de su soledad y de su silencio, pero lo sume en una angustia existencial profunda que le lleva a dudar incluso de Dios:
...Andar por un camino de silencios,
encontrarse en la vida indiferente;
presentir la caricia que no llega,
dudar que hay un Amor omnipotente!
¡Ir vacío, sin nada que ofrecerle
a aquel que se rebela ante su suerte;
al que lucha sumido por la angustia,
al que calla vencido por la muerte!...(p.66)
El poeta mira la realidad que le circunda y sólo encuentra violencia y destrucción, el pesimismo se adueña de él y sólo una tenue esperanza parece vislumbrarse en sus versos:
Hasta el amor vacila de su llama,
y vacila el dolor y la esperanza
de una época mejor, quizá no valga
la pena de seguir (sic)... Ya no haga falta.
Todos juntos iremos al declive,
a la angustia total, hasta el estigma
que habrá de señalarnos, uno a uno,
y que en nuestra carne dejará su marca.
Sólo en la juventud confío: ella muestra,
que será dueña que regirá el mañana;
la que en medio de tanto desatino,
pide mi voz para gritar: "Ya, basta". (p.70)
El poeta se rebela y, en su rebelión, encuentra el sentido de su actividad creadora:
No callaré ya más,
que nadie intente
poner otro bozal a mi poema,
reprimir de mi voz el llanto nuevo,
que viene desbordado hasta mi puerta,
hasta el mismo dintel en que mis labios
recogen el tañido de la pena...
No callaré ya más,
por más que aún haya
diciendo que en mis labios la palabra,
se vuelve subversiva, incitadora,
al grito enajenado de la masa,
a la espina clavada que supura
la hiel de la injusticia agazapada.
No callaré ya más,
por más que sienta
rondar sobre mis sienes la amenaza
de vivir postergado, en el exilio,
añorando el latido de mi España,
sin fe ya en el regreso que me lleve
a morir en la tierra de mi patria.
No callaré ya más, mientras el grito
que anida en mi suspiro esté latente
en el entorno que brota de mi vida,
en la angustia constante que me duele
cogida a flor de piel, en la porfía
que sale de mis labios, en el poema...(p.76)
Denuncia la violencia de nuestro siglo, "y la vergüenza se muestra sin decoro, en todas las primeras planas de los periódicos" (p.92). Su verso se hace compromiso, su poesía es ya netamente social:
Anda camina, adelante...
si te atreves...
No malgastes tu palabra
componiendo hermosas frases
con retóricas, usadas,
que ya no importan a nadie
¿y la rosa...?
Si te atreves, adelante...
Siempre encontrará la rosa
a otros labios que le canten
y a otros poetas que deje
prendidos de su donaire,
de su bella arquitectura,
de su talle insobornable...
¿Y la pena...?
¡Ay, la pena...!
Si te atreves, adelante...
Deja para otros la rosa,
comprométete un instante
y habla de obreros en paro.
Grita el dolor que te invade,
por los niños que, en su rostro,
llevan la huella del hombre.
Grita que la violencia
la tienes sobre tu carne,
sobre tus días sin risa,
sobre tus ríos de sangre,
en tu soledad profunda,
tras de tus noches infantes.
Díles que vas con la pena
cruzado, de parte a parte,
que la tienes en tu pecho,
en la angustia que te late,
en los silencios que dejas
y en cada llanto que nace...
¡Díles que vas con tu pecho
cruzado, de parte a parte...!
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