CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 10 de marzo de 2012

RISAS PARA CENAR EN TIEMPOS DE CRISIS


El grupo ESPANTANUBLOS –el más veterano de la provincia con veinte años en los escenarios- fue el encargado de abrir la noche del pasado viernes la Muestra de Teatro de los grupos de Teruel. Con lleno hasta la bandera en la sala del Marín, los espectadores disfrutamos de un diverstidísimo espectáculo. Durante las dos horas que duró la función, nos olvidamos por completo de la dichosa crisis y reímos a mandíbula batiente con la comedia de Marc Camoletti, No te vistas para cenar.
El escritor franco-suizo -si bien su familia tenía orígenes italianos- Marc Camoletti (1923-2003) fue y sigue siendo un autor teatral de éxito especialista en vodeviles, un verdadero maestro en utilizar los elementos claves del género –las señoras, los caballeros y los lechos- y, además dosificarlos en sus exactas proporciones. En su importante producción destaca por méritos propios, No te vistas para cenar, de la que el propio autor dijo que era una de sus comedias favoritas. Estrenada en París en 1987 con el título de Pajamas Pour Six,  se mantuvo durante dos años en cartel. Adaptada en 1991 por Robert Hawdon para el público inglés, la rebautizó con el título traducido al español de Don’t Dress for Dinner y se mantuvo en escena durante más de seis años.
Lo cierto es que la comedia se mantiene fresca y su humor sigue estando plenamente vigente en la actualidad. Se trata de una obra de enredos, llena de equivocaciones y muchas confusiones sobre la identidad de los personajes que nos cuenta la historia de un matrimonio un tanto disoluto y mutuamente infiel. Todo empieza cuando la esposa, Jaqueline, anuncia que se va de viaje. El marido, Arturo, decide sacarle provecho a su ausencia e invita a su amante, Susi, a pasar el fin de semana en su casa, para lo cual contrata a una cocinera un tanto especial que, casualmente, se llama igual que su amante. En el último momento, la esposa decide no viajar y aquí comienza el follón y el verdadero quebradero de cabeza del esposo y de un amigo de este, Roberto, a su vez amante también de su mujer. En definitiva, tenemos en danza sobre el escenario, entrando y saliendo, saliendo y entrando, a una pareja, a una amante, a un amigo-amante y a una cocinera un tanto peculiar. Enredos, malentendidos, mentiras, bromas y un imprevisto final son los condimentos esenciales de este perfecto y desopilante vodevil bien adaptado y llevado a escena.
Juan Cercós, actual director del grupo, ha acertado con la elección de la obra, pero en su haber destaca, más si cabe, el  vertiginoso ritmo que ha sabido imprimirle para que en ningún momento decaiga la acción y, sobre todo, las carcajadas, sabiendo buscar en todo momento la completa complicidad del público con los actores, hasta el punto de que el espectador debe contener por momentos su risa para no perderse los divertidos diálogos que se suceden en formas de réplicas y contrarréplicas a cada cual más ingeniosa, con toques de humor incluso en los sutiles subrayados musicales que sirven para caricaturizar la forma de ser de algunos personajes, en especial de la cocinera, quien cada vez que debía representar un nuevo papel de parentesco en la ceremonia de la confusión del enredo, cobraba doscientos euros a los ilusos amantes varones, cantidad que guardaba en sus pechos acompañada siempre del sonido de una caja registradora y, en una ocasión, de la canción “Money” de Pink Floyd. La experiencia es un grado y a Cercós le sobra, lleva muchos años sobre las tablas y conoce bien los recursos del montaje, la actuación y la risa.
Si es destacable la labor de Cercós como director, no lo es menos su interpretación del papel de Susi, la cocinera, sobre el que gravita toda la comicidad de la obra y que él resuelve prodigiosamente con una mezcla de contenida esperpentización del personaje. A nuestro juicio, es todo un acierto presentar a este personaje femenino representado por un hombre, con el fin de extremar su singularidad (¿fealdad y tosca bastedad?) y caricaturizarlo mejor. Magnífico.
Jesús Muñoz (Arturo),  Tino Quilez (Roberto), Gloria Giménez (Susi, la amante) y Gregorio Giménez (Jorge, el marido de la cocinera) se lucen cuando la ocasión se presta y coadyuvan a tejer y destejer el enredo con gracia, llevan muy bien el ritmo, acentúan adecuadamente la vis cómica enfatizando los gestos con asombro, sorpresa, temor, etc., sin miedo a hacer sombra a la protagonista, pero en especial me gustaría destacar el trabajo de Mª José Gómez (Jaqueline), cuya elegante presencia llenó por completo el escenario y su tono de voz el patio de butacas, muy bien en el manejo de los silencios con gesto.
La puesta en escena es sobria a la par que elegante, pero en el vodevil ya se sabe: el enredo y las puertas son lo importante. En este caso concreto, el plato principal de la cena fue algo tan saludable, barato y adecuado para estos tiempos depresivos como la risa y, la verdad, las raciones fueron generosas; salimos satisfechos.
A pesar de la sequía y de que el grupo se llame ESPANTANUBLOS, me da en la nariz que como ya les ocurriera con su obra Gaviotas subterráneas, la cosecha de premios en el próximo XXXII  Certamen Nacional de Teatro de Alfajarín, para el que han sido seleccionados, puede y debe ser importante. La obra y las interpretaciones lo merecen. Tiempo al tiempo.
Desde aquí quiero felicitar a la Concejalía de Cultura por esta imaginativa iniciativa teatral, mediante la cual pone a disposición de los grupos teatrales turolenses un espacio emblemático de nuestra ciudad, para que puedan poner en escena su arte y con su trabajo recaudar fondos con los que iniciar o mantener sus producciones, al tiempo que se ofrece a los ciudadanos espectáculos de calidad hechos por nuestros propios paisanos. Imaginación y risas son dos buenos antídotos contra la crisis. Que siga el espectáculo.
Crítica publicada en DIARIO DE TERUEL

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