CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 7 de enero de 2013

FERNANDO ROYUELA, "CUANDO LÁZARO ANDUVO"

RESURRECCIÓN Y VIDA

Esta reseña ha sido publicada en la revista cultural TURIA 104
A Fernando Royuela le gusta incluir guiños intelectuales en los títulos de sus novelas: El prado de los monstruos (1996), Violeta en el cielo con diamantes (2005). Más abundantes son aquellos con reminiscencias bíblicas: Callejero de Judas (1997), La pasión según las fieras (2003), y el más reciente de todos, el de su última novela, Cuando Lázaro anduvo (Alfaguara, 2012). Efectivamente, la resurrección de Lázaro es el detonante de esta historia tan absurda como la vida misma: Lázaro, un apocado y pusilánime contable -“esclavo de las decisiones no tomadas”-, un Bartleby contemporáneo, es víctima de la actual reestructuración bancaria y es despedido en aras de la tan cacareada necesidad de rebajar “los costes estructurales”, ser más competitivos y mejorar la productividad. Con cincuenta y tres años y un matrimonio cimentado en la monotonía y el tedio, acepta con su habitual resignación su  nueva vida de desempleado, hasta que, poco tiempo después, una hemorragia cerebral se lo lleva al otro mundo para, de manera inexplicable, volver a la vida convertido en un nuevo Lázaro y vivir de esta manera toda una alucinante experiencia que pondrá al descubierto los resortes más oscuros y espurios de los distintos poderes de nuestra sociedad: el político, el económico, el religioso, el de los medios de comunicación, el tecnológico, etc. Políticos, banqueros, curas, periodistas, médicos, blogueros, su propia hija incluso -sólo lo llorará de verdad un antiguo amigo de instituto-, cada cual a su manera, tratarán de sacar partido a la resurrección de Lázaro.
Cuando Lázaro anduvo es una implacable sátira social, un retrato de nuestra sociedad que parece reflejado en el callejón del Gato, pero que es real, real como la vida misma, como nuestra propia vida. Fernando Royuela juega a dar la impresión de que el mundo de su novela está deformado, es esperpéntico, surrealista y absurdo –hay mucho Melville, Kafka, Pirandello, Valle, Saramago, etc., en su escritura-, pero no es así, su mundo es real, es el que nos rodea, es el que día a día está presente en nuestra cotidianidad, el que describen los medios de comunicación y su novela al comenzar cada uno de sus capítulos, repitiendo como un mantra, como una letanía, “Cuando Lázaro anduvo…”; su última pretensión  es la de presentar al lector su realidad más inmediata despojada de esa aparente ilusión de normalidad, descubrirle que vive en Matrix,  en un mundo en el que no existen los valores humanos, ni la libertad, ni el pensamiento independiente, donde todo se rige por criterios economicistas y por el interés, donde todo es de usar y tirar, donde sólo existe una única verdad, la de que somos esclavos (“El mundo real no es ese que os venden, con valores y principios morales que todos tienen que observar. El mundo de verdad es de otra forma. El mundo es un lugar salvaje en el que el fuerte se aprovecha del débil y el triunfador desprecia al perdedor. En el mundo real no hay libertad, ni igualdad, ni justicia, ni nada que se le parezca. Solo hay ricos y pobres…”). Pero que nadie se lleve a engaño, ésta no es una novela de tesis, ni mucho menos, Royuela no pretende moralizar ni sentar cátedra alguna, su narrador omnisciente se introduce en el pensamiento de los distintos personajes que pueblan la novela y adopta el punto de vista de cada uno de ellos sobre diferentes cuestiones siempre palpitantes, que a todos, de una u otra manera, en mayor o menor grado, nos interesan y preocupan: “La religión no era más que una mentira sociológica, una forma de mantener a las personas atrapadas en esa tradición de lo sumiso”;  “Nadie le había advertido de que el matrimonio pudiera ser tan sólo una máscara social.”, “La felicidad no era más que el logro de los objetivos propuestos”, etc. Sentencias que lanza sobre nuestras cabezas como pedradas, para obligarnos a tomar postura, para despertarnos de nuestro letargo vital –o mortal- y hacernos ver la incoherencia y la hipocresía social, las miserias cotidianas, la falta de valores de todo tipo, la carencia de ideales, etc. En suma, la inconsistencia  y la gran mentira en la que todos vivimos inmersos, mentira que no queremos ver y mucho menos asumir, pero que ahora nos atenaza y nos asfixia (“¿En qué se perfeccionaba la humanidad? ¿Cuál había sido el signo del progreso en los últimos cien años? Millones de hambrientos, guerras devastadoras, naturaleza arrasada por la especulación, ignorancia a raudales y la riqueza del mundo en manos de unos pocos. No, el mundo no había progresado en nada más que en esa percepción de las clases medias de que todo iba como debía cuando se miraban a su ombligo…”).
La capacidad narrativa de Royuela se pone de manifiesto en su fluidez expresiva y sobre todo en su humor, un humor descarado, antijerárquico, expresión de una vida puesta al desnudo, descarnada, expuesta en su armazón más esencial, que se convierte en la única realidad ante la desaparición de las certezas tradicionales. Desopilante es el reality show de los pollos, alegoría de nuestras propias vidas, digna del mejor Buñuel, y no menos divertido resulta el capítulo de la manifestación zombi, explicativa metáfora de nuestro estar en el mundo. De esta forma, lo patético y lo trágico cotidiano se convierten en elementos cómicos; lo dramático y lo caricaturesco terminan siendo una misma cosa.
Cuando Lázaro anduvo es una novela poliédrica, una tragicomedia grotesca de múltiples lecturas. La mía particular me aboca irremediablemente a la perplejidad, al escepticismo y al nihilismo más absoluto –el del propio Lázaro resucitado: “Ya descubriría por sí sola que la vida y la muerte son instantes de lo mismo, de la nada de la que todo forma parte, de la nada a la que todo va, de esa misma nada que escapa a la comprensión del ser humano y que le sume en la perplejidad.” Coincido también con la visión del personaje secundario, doctor en Física Cuántica,  alcohólico en rehabilitación, quien afirma: “El destino no nos pertenece. Somos lo que sucede en este instante y no hay que preocuparse ni por el pasado ni por el futuro […] los pasos de los seres humanos están trazados de antemano, de que la voluntad que supuestamente respalda sus decisiones forma parte de un orden incomprensible que surge del caos…” Nuestras vidas las rige el azar y hay que vivirlas aprovechando el momento, si puede ser en buena compañía y con una copita para relajar tensiones, mejor que mejor, pero si no tenemos a nadie a nuestro lado, Cuando Lázaro anduvo será una magnífica compañía. Sin duda una gran novela sobre la crisis actual,  mordaz y clarividente. Les gustará.
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