CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 17 de enero de 2013

MARCOS ORDÓÑEZ, RONDA DEL GIJÓN. UNA ÉPOCA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, Madrid, Aguilar, 2007.


                                                  EL ESPÍRITU DE LA TERTULIA
Foto tomada del blog GARCÍA NIETO
Hasta nuestro cibernético e individualista siglo de blogs, chats, foros e internautas ávidos de relaciones virtuales en la red, gran parte de la vida transcurría alrededor de un café y en el Café.  Los nombres fundamentales de la Cultura, el Arte o la Política eran cafeinómanos irredentos que preferían el humo de sus tertulias a los salones aristocráticos, las academias o las tribunas universitarias. La Fontana de Oro, El Universal, El Café Nuevo, etc., fueron las cátedras de las artes, las letras, las ciencias y la política en el Madrid del siglo XIX; El Gato Negro, Fornos, La Granja El Henar, el Suizo, Pombo, el Lyon d’Or, Varela, Chicote, El Gijón y tantos otros lo fueron del XX. Estudiantes, pintores, escultores, arquitectos, escritores, músicos, juristas, médicos, periodistas, cómicos, toreros, etc., en suma, la sociedad entera gravitaba entorno a una taza de café. En la actualidad, sin embargo, las tertulias -entendidas como refugio sentimental e intelectual- han pasado a la historia fagocitadas por la velocidad del presente y los cafés han dejado de ser espacios llenos de vida para convertirse en cibercafés, en los que el teclado del ordenador ha sustituido a la pluma y el uso del Messenger a la conversación en presencia de corta distancia minada de ingenio corto y rápido.
            Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957), profesor, crítico teatral, ensayista y escritor de ficciones, nos presenta Ronda del Gijón. Una época de la historia de España (Aguilar), un delicioso libro de entrevistas en el que dieciocho personalidades se retratan y retratan el momento de su recuerdo rememorando sus vivencias en el Café Gijón como excusa para hablar de un  periodo de su existencia. De esta forma, sumando fragmentos de vidas, Marcos Ordóñez reconstruye la etapa más importante del Gijón y una  parte significativa de la intrahistoria de este país.
            Este puzzle de recuerdos y biografías cruzadas se ordena cronológicamente desde los años treinta hasta la movida madrileña de los años ochenta, si bien los recuerdos tienen ese tono giratorio, oscilante, de la vida en el café. Lo inicia Eugenio Suárez, falangista fundador y director de un emporio periodístico (El caso, Sábado Gráfico, Velocidad, Cine en Siete Días,  etc.) y lo cierra el ya fallecido Alfonso González Pintor, “cerillero y anarquista”, como reza la placa que se colocó en su lugar de trabajo y al que de alguna manera se homenajea en el libro, que en un principio se iba a titular El cerillero del Café Gijón.
            Todos los entrevistados tienen su particular definición del Café Gijón, algunas son favorables, como la de Jesús Pardo, para quien “el Gijón era el espejismo que nos protegía de la realidad”; otras pretenden ser objetivas, como la de José Luis García Sánchez, para quien “el Gijón es como Madrid pero en pequeñito, un sitio al que va gente de muy diversa calaña para formar grupos de supervivencia”, la de Jesús García de Dueñas, para quien “el Gijón era un invento, un invento literario y nostálgico”, la del bohemio profesional, Perico Beltrán, para quien “el Gijón de los años cincuenta era centro de muchos trapicheos: se conseguían licencias, se traficaba con los bienes escasos, desde libros a pasta de dientes, se adelantaba dinero, se celestineaban teléfonos y direcciones, se dejaban y recibían recados…”, o la del calderoniano camarero, Pepe Bárcena, para quien “el Gijón es uno de los mejores teatros de Madrid.” Otras, sin embargo, no son tan positivas, caso de la periodista Rosana Torres, que paseo las cenizas de su padre por la noche madrileña y para quien “el Gijón era la gran central del sablazo” o la de Raúl del Pozo, para quien el Gijón es “el ateneo canalla de nuestra cultura”. Pero la más demoledora de todas es la de Ana María Matute, cuyo testimonio es el más amargo y desgarrador, para ella el Gijón “era una cosa muy pequeña, muy provinciana, y en el fondo muy mezquina. Un pequeño mundo muy casposo, lleno de envidias, de resentimientos. Como un casino de pueblo, con muchos viejos. Y con aquellos horribles escritores fascistas…”
Literalmente estamos ante un libro de entrevistas, una mezcla de crónica y reportaje, una especie de “documental escrito”, como gusta definirlo a su autor. Sin embargo, una lectura literaria (el sentido de la obra completa, de la armonía de sus partes, de su orden, de la lógica callada en la elección de voces y estilos) nos descubre un modélico ejemplo de prosa narrativa, en el que, por encima del hecho de entrevistar personajes y transcribir sus palabras con el fin de reconstruir una época, subyace el deseo de contar historias, para lo cual, Marcos Ordóñez se sirve de unos magníficos narradores con los que conforma una particular novela coral ambientada en la colmena del Café Gijón y protagonizada por escritores consagrados como César González Ruano, Eusebio García Luengo,  Camilo José Cela, Francisco Umbral, Ignacio de Aldecoa etc.; por nombres fundamentales de nuestro cine como Fernando Fernán Gómez (creador del premio de novela), Rafael Azcona, Juan Tébar, etc.; por míticos empleados, como el camarero por excelencia Manuel Luna, las particularísimas señoras de los lavabos, Pilar y Amalia, etc.;  por personajes excéntricos y surrealistas como la escultora Maruja Mallo, que se paseaba por el café desnuda, cubierta únicamente con un abrigo de pieles o el pintor Paredes Jardiel, que se presentó a Manuel Vicent a cuatro patas y mordiéndole la pernera del pantalón; por protagonistas de anécdotas costumbristas, como la de Azcona, al que le hicieron un traje en plena Gran Vía, o divertidas, como la  de Perico Beltrán, que encontró una cucaracha en la comida y pidió, sin perder en ningún momento la compostura, se la cambiaran por una gamba, etc. Personalidades recurrentes, siempre presentes en el recuerdo de todos los entrevistados, bien con opiniones encontradas o bien complementarias.
El Café Gijón ha sido un espacio generador de historias, allí se cerraban negocios, se buscaba trabajo, amores o que alguien te invitara a comer; sobre sus veladores se escribieron páginas decisivas del periodismo, el cine y la literatura española; en su barra se fraguó la amistad de Tip y Coll o se creó la asociación de Jueces para la Democracia; en sus espejos se reflejó la belleza de Ava Gadner y en sus asientos de pana roja deshojaron su  amor María Dolores Pradera y Fernando Fernán Gómez.
Fernando Fernán-Gómez, Mª Teresa Sahelices ,
Mª Dolores Pradera y José García Nieto.
Foto tomada del blog 
GARCÍA NIETO
Ronda del Gijón es eso y mucho más: es una obra poliédrica de difícil clasificación en la que “rondan”  con plena libertad personas y personajes; es un crisol de recuerdos en los que se mezclan sin apriorismos ni prejuicios de ningún tipo ideologías, filias y fobias; es un calidoscopio de miradas que pretenden radiografiar la esencia última, el verdadero espíritu de la tertulia.

Grupo Café Gijón 1947. Tomada del blog  GARCÍA NIETO




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