GENTE QUE ESCRIBE EN TERUEL (I)
CICLO DE "POESÍA Y MÁS"
![]() |
FOTO: GONZALO MUÑOZ |
![]() |
LAMBERTO ALPUENTE |
![]() |
FABIÁN NAVARRETE |
![]() |
JESÚS CUESTA |
![]() |
ALICE QUINN |
![]() |
ASUN PERRUCA |
![]() |
TIF |
![]() |
MIRIAM GRIMALT |
GENTE QUE ESCRIBE EN TERUEL (I)
CICLO DE "POESÍA Y MÁS"
![]() |
FOTO: GONZALO MUÑOZ |
![]() |
LAMBERTO ALPUENTE |
![]() |
FABIÁN NAVARRETE |
![]() |
JESÚS CUESTA |
![]() |
ALICE QUINN |
![]() |
ASUN PERRUCA |
![]() |
TIF |
![]() |
MIRIAM GRIMALT |
HISTORIAS
PARA NO DORMIR
Tras
una pandemia y con una guerra en la frontera de Europa, qué mejor que comprar
un libro de Instrucciones para el fin del
mundo. Con este sugerente y comercial título hace su presentación oficial el
escritor turolense José Baldó. Coeditado por el Instituto de Estudios
Turolenses y Prames, presenta trece relatos de misterio, suspense y terror
fantástico aderezados en ocasiones con ciertas dosis de amor y humor.
La portada, una puerta entreabierta generadora
de un pasillo de luz, nos invita a seguirlo y a traspasar ese umbral para
introducirnos en otra dimensión: la de sus narraciones. Recuerda la cabecera de
la mítica serie televisiva, Historias
para no dormir, en la que el inolvidable Chicho Ibáñez Serrador adaptaba
obras literarias de terror, misterio, ciencia ficción o suspense de autores
cuyo influjo se encuentra también en los relatos de Baldó.
La obra se estructura en cuatro partes
y sus respectivas historias mantienen una relación temática anticipada en el
título genérico que las agrupa: “Al borde del abismo”, “Juego de niños”,
“(Des)amores” y “Apocalipsis ¡Ya!” De igual forma, entre los bloques se crea
una cohesión interna mediante sutiles guiños narrativos que vincula sus
contenidos y dota a todo el conjunto de unidad y coherencia.
El poeta Mario Hinojosa le dedica unas
líricas palabras a modo de prólogo, “Continuidad de los parques”, en las que
comenta entre otras cosas la nutrida intertextualidad presente en los relatos
de Baldó. Si hablamos de escritores cita a Cortázar, Stephen King, Cheveer,
Carver, Lemaitre, Chéjov, McCarthy, Ellroy y Bécquer, pero podrían ser muchos
más: Poe, Lovecraft, Matheson… Y si lo hacemos de cineastas la lista sería
también interminable, al citado Ibáñez Serrador, se unirían Hitchcock, Kubrick,
Carpenter… Como afirmara Todorov: "No existe enunciado que esté desprovisto
de dimensión intertextual”; es decir, toda creación se construye como mosaico
de citas –conscientes e inconscientes-, refundiciones e inversiones y es el
resultado de la absorción y transformación de otros textos. Desde este punto de
vista, Baldó se convierte en una esponja que amalgama en su escritura toda una
serie de mensajes adquiridos desde temprana edad en su formación intelectual
como omnívoro lector, voraz telespectador y cinéfilo empedernido.
Esa anticipada influencia cortazariana
expuesta por Mario, se observa ya en el primer relato, “El escritor”, un
homenaje a la literatura pulp en el
que la ficción y la realidad se entrelazan en una historia circular creando un
efecto de cajas chinas con final abierto susceptible de múltiples lecturas.
En el segundo, “El sonido de las almas”,
encontramos otra de las constantes de la escritura de Baldó relacionada con sus
personales aficiones-pasiones: la música. Reconoce en nota el homenaje a las
leyendas de Bécquer -“Maese Pérez el Organista”, “El Miserere”, etc.-, así como
también en los nombres de sus protagonistas se perciben ecos de los de La Regenta -Julián Mesía, Froilán de Pas
y Ana Atienza-, con los que teje una historia de amor pasional y música
infernal.
“Alma condenada” es un microrrelato muy
bien resuelto que fue merecedor del primer premio del concurso “Mirambel Negro”.
Por su parte, “Los mandamientos”, el último de este primer apartado, es una
cruda historia de maltrato y educación perversa de un niño que sirve de
antesala a los cuentos de la siguiente sección protagonizados todos por
diabólicos muchachos. Si el primero, “Los vikingos”, es muy duro, el que cierra
la serie, “El secreto”, lo es en extremo. Ningún lector saldrá indemne tras su
lectura. Pero, como decía Chicho, ¿Quién
puede matar a un niño?
Para rebajar un tanto la tensión, el
tercer bloque, “(Des)amores”, encabezado por la significativa cita del Cantar de los cantares, “El amor es
fuerte como la muerte”, presenta otros tres relatos de afectos y amistades preadolescentes
con finales menos descarnados, si bien con un poso de tristeza y cierto regusto
amargo.
Decía Paul Eluard que “hay otros
mundos, pero están en este”, como demuestran las tres últimas narraciones. En
la primera, una magnífica bajada a los abismos de una mente enferma, con un tan
divertido como irónico título, “Feo, fuerte y formal”, con el que homenajea a John
Wayne y Loquillo. Recordemos que el actor se casó con tres mujeres hispanas y dejó
como epitafio esas tres palabras a su juicio definitorias de su personalidad,
aprovechadas a su vez por Loquillo para dar nombre a uno de sus discos más
importantes.
La
de Baldó es una prosa cinematográfica en el sentido más literal: parece haber
sido escrita pensando en la pantalla, sus personajes se comportan como si
actuaran ante una cámara. Baldó es, sobre todo, un gran creador de imágenes. La
joven aterrada que corre por los campos de maíz huyendo de una abominable criatura
requiere un travelling; una mujer y
un gato caminando en la oscuridad de la noche por un pueblo pide un plano secuencia;
el hombre que lleva el auricular del teléfono a la oreja para escuchar lo
inesperado sugiere un primerísimo primer plano…
La
prosa cinematográfica sólo funciona con los escritores que son buenos describiendo
y creando atmósferas. Esta es la virtud de la escritura de Baldó, no se recrea
en pesados retoricismos filológicos ni tiene retorcidas pretensiones
intelectuales, lo suyo es ir al grano: dibujar un ambiente adecuado para contar
una historia -en la mayoría de los casos para no dormir- con un giro
sorprendente en su final. Instrucciones
para el fin del mundo anticipa un narrador con casta. Al tiempo.
José
Baldó, Instrucciones para el fin del
mundo, Zaragoza, Prames-Instituto de Estudios Turolenses, 2022.
DE LA A A LA Z:
MARÍA MOLINER NOVELADA
De María Moliner se han escrito tres biografías, una ópera, una obra de teatro y un magnífico documental pero, hasta la fecha, nadie había novelado sobre su vida y trayectoria profesional, anómala e injusta circunstancia que corrige el montalbino Luis Miguel Benedicto con Significada: todas las palabras de María Moliner, una novela sencilla y bien armada. La documentación histórica no pesa, aunque la acción se ambienta con rigor, en especial en los momentos más importantes y críticos de su biografía como son la República, la Guerra Civil y la posguerra.
Luis Miguel no se esconde tras un pseudónimo, más bien transforma su nombre para firmar la novela como Miguel AZuara, simbólica composición formada por su segundo nombre y destacando de manera significativa con mayúsculas las dos primeras letras de su apellido materno (a quien homenajea de esta forma y por extensión a todas las mujeres) en el que curiosa y casualmente se presentan juntas la A y la Z, primera y última letra de nuestro alfabeto, para de esta forma anticipar en la sobria y alegórica portada, cuyos colores, blanco y negro, remiten con claridad meridiana a los del diccionario de María Moliner, no obstante, sobre la marmórea albura dominante (también podría ser la losa de una tumba un tanto resquebrajada por grietas que la recorren), aparece dibujado un no menos curioso y simbólico bichillo del polvo, conocido como pececillo de plata —lepisma saccharina—, que en un momento de la narración va a tener también su protagonismo.
La vida de María Moliner fluye ágil ante los ojos del lector mediante diálogos vivos y verosímiles escritos con un lenguaje, como se nos dice en un momento dado, “cercano y sencillo”. Como también es creíble esa argamasa ficcional en forma de reflexiones, pensamientos y vida cotidiana que sirve para amalgamar los hechos reales, terminar de componer la personalidad de la protagonista y dotarla de auténticos sentimientos y emociones, de verdadera humanidad.
Como nos anticipa el segundo apellido del autor, la novela se estructura siguiendo el orden alfabético, empieza en la A con la definición de la palabra “alumbrar”, pero no se cierra en la Z —letra en la que sí concluye la vida de la protagonista—, sino en la B, con la definición de “baturra”, un capítulo metaliterario en el que se revela y explica el marco narrativo, concluyendo de esta ingeniosa manera una obra que está pensada hasta sus últimos detalles.
Azuara repasa con detenimiento los quince años que María dedicó a definir ochenta mil palabras, titánica tarea que, como reza la contraportada, “… apenas le trajeron algo de notoriedad. Fueron pues su candidatura, y sobre todo el rechazo de la Real Academia Española, a la que tuvo el coraje de corregir, lo que le dieron renombre. Y sería el epitafio de un Premio Nobel de Literatura lo que le traería el prestigio en todo el mundo de las letras”. Así es, García Márquez describió su obra como “una proeza sin precedentes”, el “diccionario más completo, más útil, más acucioso y divertido de la lengua castellana”, “dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y —a mi juicio— más de dos veces mejor”.
La novela es una reivindicación de la insigne lexicógrafa y, como hemos anticipado, del papel de las mujeres en la transmisión de la cultura pero, en última instancia, es también un homenaje a los maestros y maestras rurales que hicieron de bibliotecarios en la República y, por ende, implícitamente supone un reconocimiento a la labor que las bibliotecas desempeñaron y desempeñan en su difusión.
Reseña publicada en el suplemento cultural "Artes & Letras" del Heraldo de Aragón
Miguel Azuara, Significada: todas las palabras de María Moliner, Universo de Letras, 2023.
SOBRE
EL ARTE DE TEJER FICCIÓN Y VIDA
La escritora turolense Angélica Morales,
actriz y dramaturga de largo recorrido y consolidada poeta avalada por
numerosos premios, juega ya en la Primera División de los novelistas españoles
con la publicación en la editorial Destino de su estupenda La casa de los hilos rotos. Llegar a este privilegiado parnaso
español no ha sido fruto del azar, sino de un intenso trabajo, como demuestra la
presencia en los cajones de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos, de
las novelas finalistas del Premio Planeta 2017 y del Premio Azorín 2018, así
como también en los estantes de algunas bibliotecas de media docena de títulos
publicados por pequeños sellos editoriales independientes de ámbito autonómico.
Con los escasos hilos de la biografía de
una mujer olvidada, Otti Berger (Vörösmart, Hungría, 1898- Auschwitz, 1944), y
el gran contexto de la Bauhaus de fondo, Angélica Morales teje un relato multicolor
en la que pasión, arte, teatro, poesía y locura convergen para crear una auténtica
realidad llena de vida.
Entre 1919 y 1933, la Bauhaus fue un
movimiento de renovación artística, tanto en el diseño y la pintura, como en la
arquitectura; dotó de valor artístico la funcionalidad de los objetos y planteó
nuevos métodos pedagógicos, admitiendo la presencia y el protagonismo de las
mujeres en el arte, si bien con la perspectiva del tiempo descubrimos que esa
revolución fue más aparente que real.
Berger se formó en esta escuela como
artista textil y llegó a ser profesora durante un corto periodo de tiempo, pues
fue sustituida por no ser aria. Montó su propio estudio en Berlín hasta que en
1936 debió cerrarlo ante el acoso del régimen nazi a los judíos. Tras ser la
primera mujer en patentar sus diseños, se la invitó a participar junto a su
marido en la New Bauhaus de Chicago, pero regresó a su pueblo natal para cuidar
de su madre enferma, fatal decisión que supuso su deportación junto a toda su
familia al campo de concentración de Auschwitz. Su final ya se lo pueden
imaginar.
La novela alterna dos planos temporales y
dos ritmos narrativos: el pasado con una cadencia pausada, de plano secuencia, donde
confluyen las vidas de Otti Berger y la de ficción de Mercè Ribó, su apasionada
y soñadora compañera, amiga y confidente, hija de un importante empresario
textil catalán, y el presente, más trepidante, en el que accedemos a la biografía
de Mercè por medio de su bisnieta, Penélope, una joven pintora que mantiene una
tensa relación con su madre. Será ella quien descubra, junto a los diarios de
su bisabuela, la existencia de dolorosos secretos familiares.
La ambientación histórica es excelente y
embasta la narración con rigor y credibilidad: la Gran Guerra y sus
consecuencias, los felices veinte, la Guerra Civil española (Bolsa de Bielsa),
la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y, por supuesto, la
Bauhaus con su representantes más destacados: Klint, Kandinsky… Sin olvidar a
todas las mujeres que estuvieron allí y quedaron relegadas a un segundo plano: la
diseñadora y primera mujer profesora de la escuela, Gunta Stölzl, la fotógrafa,
Gertrude Arndt, etc.
El contexto histórico transpira en la
novela sin lastrarla, no pesa ni abruma al lector. Lo verdaderamente importante
son las pasiones humanas, por encima de todo está la relación emocional de
Angélica con sus protagonistas, los hilos vitales y sentimentales que las unen
a través del tiempo, como ese emblemático pañuelo familiar que pasa de mano en
mano y destaca en la cabeza de la joven de la portada del libro. Ese pañuelo —se nos dirá— “es toda su
historia. Es el amor, el arte, el miedo, la represión, la lucha, la libertad,
el holocausto, el perdón, el acercamiento. Todo está ahí, entre esos hilos que
se enredan en su cuello y besan su piel.”
Hay mucho de historia, cierto, pero, sobre
todo, prima el análisis psicológico de los personajes principales, todas mujeres,
salvo uno, Antoni, el poeta loco, sobre el que gravitan los secretos y las
claves de la trama.
Desde su mismo título, en La casa de los hilos rotos los símbolos
son una constante, la condición de poeta de Angélica Morales marca su narrativa
con la pátina de lo lírico -para quien el mundo es un poema, la metáfora es
mucho más que un ornamento literario-, así como también su actividad teatral se
refleja en la fluidez y excelencia de los diálogos. En última instancia, toda
la novela es una alegoría en la que el hilo se convierte en vínculo con la
familia y la vida; la práctica del arte de tejer no solo redunda en un
aprendizaje técnico ni supone únicamente un placer creativo, sino que implica
también la transmisión intergeneracional de una forma de hacer, de ver el
mundo, de traspaso de saberes ancestrales. Probablemente de esta forma se difundiera
ese leitmotiv que acompaña a Otti a lo largo de su existencia, esa leyenda húngaro-croata
de su localidad de nacimiento, Vörösmart (en la actualidad Zmajevac), de Marta
la Roja. Angélica lo sabe bien, las mujeres durante sus tertulias tejían y
enseñaban a tejer a las generaciones posteriores, al tiempo que les transmitían
el patrimonio oral del pasado, esas historias, unas veces personales o
familiares, otras universales, son las semillas que con el tiempo terminarán
germinando en el interior de las mentes sensibles y prenderán la llama de la
imaginación creativa. Ese material propio extraído del pasado, mediante una
particular simbiosis autora-personajes, lo transfundirá a sus protagonistas para
darles vida y dotarlos de auténtica verdad.
Sobre estos cimientos simbólicos y de la
mano de Ottis Berger, la autora confecciona una red e impronta mental en los
lectores que les llevará a comprender la importancia de este arte para organizar
el mundo exterior e interior a través del lenguaje, conformando un andamiaje
lingüístico y de sentido que viene a impregnar nuestra cotidianidad y forma de
comunicarnos tal y como la conocemos. En el fondo, escribir sólo es una función
especializada de nuestra capacidad textil.
La
casa de los hilos rotos es una novela
emocionante y conmovedora de amor y amistad, de búsqueda de caminos creativos y
lenguajes artísticos, pero, por encima de todo es una historia de superación
personal -mujer judía, sorda, comunista y extranjera-, de lucha y tenacidad por
hacer realidad los sueños.
¿Veremos La casa de los hilos rotos llevada a la gran pantalla o convertida
en serie de televisión? Podría ser, tiene todos los elementos necesarios para
ser un éxito. Pero de lo que sí estamos seguros es de que Angélica Morales, no
tardando mucho, conseguirá un premio literario de Champions. Al tiempo.
Angélica Morales, La casa de los hilos rotos, Barcelona, Destino, 2023.
DE UNOS LOCOS CAÓTICOS COMO MAENZA
La bonita y significativa portada del
libro anticipa su estructura “fractal” que le da título: sobre un fondo rojo
intenso (no olvidemos el simbolismo de este color: fuego, amor, drama, calor, fuerza,
emoción, pasión, sangre, lujuria, violencia, ira, agresión, etc.) y mediante la
repetición de una figura hexagonal se teje un árbol (¿de la vida? La repetición
de átomos, moléculas, células, genes, neuronas… construyen todo lo existente:
cristales de nieve, conchas, manchas de animales, etc.), que presenta mediante
este simbólico dibujo las celdillas de las experiencias vitales de los
personajes cuya suma conforma la colmena existencial colectiva de todos ellos.
De igual forma, la estructura es una especie
de rompecabezas, tiene algo de la Rayuela
de Cortázar o de Manhattan Transfer
de Dos Passos, con cuatro momentos vertebradores: finales de los años setenta
(cuando muere Maenza en el año 1979); 1998, el momento más salvaje de los
protagonistas en plena juventud; la más reposada etapa de la primera década del
siglo XXI, el 2009; y el presente de la acción inicial ocurrido en 2019 y su
inmediato pasado del año anterior. Su lectura lineal según la disposición de
los capítulos es exigente, podríamos decir que caótica, como caótica era la
escritura, el cine y la personalidad de ese protagonista ausente, Maenza, pero omnipresente
en la novela. Mario no hace concesiones al lector y gira constantemente la
ruleta del juego narrativo del tiempo, lugar y acción, mezclando presente y
pasado, realidad, sueños y deseos. Otra forma de encarar la lectura sería la
cronológica, del pasado al presente, pero quizá la más recomendable para
componer el caleidoscopio del argumento sea la propia de la narración fílmica,
comenzar por el presente del 2019 y volver al pasado para ir componiendo
sucesos y relaciones.
La trama se inicia en 2019 con el intento
de asesinato de uno de los personajes centrales, Tíber, en el cine Maravillas
de la capital turolense cuando está viendo la película de Chaplin El gran dictador. Ingresado en el
hospital y durante el tiempo de su recuperación, Tiber se convierte en una especie
de Sherezade para su compañero de habitación, el desahuciado Ginés, y para su
médico, el doctor Roures. Poco a poco vamos sabiendo de sus amores y van
desfilando los protagonistas principales: Eyre -su amante, que ha perdido un
hijo suyo- y directora de un corto de corte maenciano, que pretenden rodar en
sus años juveniles; Eros, el guionista; Messina y Tíber, actores, y otros más secundarios como Javi, Ana y Toni.
Todos ellos eran jóvenes a finales de los noventa, auténticos “perros rabiosos”,
con muchos sueños por cumplir y mucho por experimentar, pero el tiempo con la
lima de sus dientes menudos, implacable, irá carcomiendo sus ilusiones: no
serán directores de cine, ni escritores, ni actrices… Poco a poco se
convertirán –o tal vez ya lo eran desde su infancia- en seres neuróticos al
borde del abismo, consecuencia de sus infancias traumáticas.
Podríamos decir que se trata de una
novela introspectiva, psicológica, con personajes impulsivos, “desenfrenados,
rebeldes y apasionados”, como lo fue ese ubicuo espíritu maenciano en forma de
recuerdos de los jóvenes y cuya personalidad transgresora y caótica gravita
sobre todas sus acciones inspirándolas y dando forma a la misma novela que
protagonizan. A los humanos en general y a los protagonistas de esta novela en
particular nos gusta abrazar el caos, nos atraen los iluminados, los
adelantados a su tiempo, y Maenza lo fue, y mucho más al nacer en la ciudad más
atrasada de España en una de sus épocas más oscuras.
Dos temas importantes son el sexo y la
violencia doméstica, ese fractal que se inicia en la infancia y en numerosas
ocasiones se sigue repitiendo con el discurrir de los años conformando ese
horror oculto en el día a día de muchas personas que de maltratados pasan a ser
maltratadores.
La novela cuenta con una
interesante banda sonora y en sus páginas suenan temas de Dire Straits,
Escorbuto, Metálica, Javier Álvarez, Vetusta Morla, Carolina Durante, etc.,
recogidos en una lista de música de Spotify, enriqueciendo la lectura con su
audición, que contribuye a ambientar situaciones y definir personalidades.
¿Qué es en definita Fractal? Desde luego es un homenaje a la
ciudad de Teruel y a multitud de personajes que nacieron y vivieron en ella:
Ildefonso Manuel Gil, José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell… pero, sobre
todo, Antonio Maenza: “La ciudad donde Ildefonso Manuel Gil esperó a ser
fusilado en las tripas de un seminario, donde José Antonio Labordeta le dio
clases a mi madre, la de José Antonio Maenza bajando por la calle del Tozal,
abriendo sus alas tristes con aquella gabardina negra, como un albatros siempre
adolescente […] Esta es nuestra ciudad…” Es también una historia, una tesis y
un juego, tres formas diferentes de mirar la vida y de leer esta novela. Es la
representación del inexcusable hilo del tiempo que teje el transcurrir de la
existencia y las relaciones humanas, fragmentadas en recuerdos particulares
cuya suma quizá pueda acercarse mínimamente siquiera a la realidad sucedida en
un momento y un lugar. Es una representación de la complejidad del mundo y de
la existencia que como la misma inteligencia artificial tan vigente en la
actualidad podemos captar por oposiciones binarias: femenino versus masculino;
razón vs locura; orden vs caos; éxito vs fracaso; forma vs contenido. En última
instancia, Fractal es una búsqueda
del sentido de la existencia metaforizada por el autor en la búsqueda del
sentido estético/narrativo de su propia novela; es decir, Fractal es una exigente indagación sobre el proceso creativo, sobre
el paso del tiempo, los amores perdidos, la amistad, los sueños rotos, la
locura, el fracaso y, cómo no, la muerte y su reverso: la vida.
Mario
Hinojosa, Fractal, Zaragoza,
Prames-Instituto Estudios Turolenses, 2023.
RAMÓN
J. SENDER Y SANTA TERESA DE JESÚS
Ramón J. Sender, El
verbo se hizo sexo (Teresa de Jesús), Huesca, Contraseña, 2022
VACUNA CONTRA EL ALZHEIMER DE UN PUEBLO:
CRÓNICA DE SARRIÓN (1800-1936)
Considerada
como la epidemia del siglo XXI, una de las grandes enfermedades de nuestra
época es el Alzheimer. Para Buñuel “una vida sin memoria no sería vida…”. Por
su parte, el filósofo Emilio Lledó afirmaba que “ser es, esencialmente, ser
memoria; es encontrar una forma de coherencia, un vínculo entre lo que somos,
lo que queríamos ser y lo que hemos sido.” No hace falta poner más ejemplos,
está claro que sin memoria el ser humano pierde una parte fundamental de su
esencia y eso mismo se puede decir de un pueblo que por diferentes razones ha
perdido la suya. Es el caso de Sarrión, una villa turolense cuya privilegiada
situación geográfica ha jugado en numerosas ocasiones en su contra. Así, por
ser lugar de tránsito y estar junto a las principales vías de comunicación entre
Aragón y Valencia, la localidad fue completamente destruida durante la Guerra
de los dos Pedros en 1364, siendo también duramente castigada en otras
sangrientas contiendas como las de la Independencia, las carlistas y la Guerra
Civil, cuando los días 11 y 12 de agosto de 1936 se quemaron los archivos de la
iglesia y del Ayuntamiento. El alzheimer se había consumado por completo y un
pueblo sin pasado pierde también sus opciones de futuro.
No
eran muchas las esperanzas de solucionar este grave problema, sin embargo, el
esfuerzo titánico de Javier y Enrique Sanz, junto con Pablo Cercós, coautor de
varios capítulos de Crónica de Sarrión (1800-1936), supone una vacuna contra la
desmemoria y recuperan con este ingente trabajo más de siglo y medio de
recuerdos mediante un detallado estudio de los escasos restos patrimoniales,
tanto materiales como inmateriales, así como de un exhaustivo rastreo
hemerográfico y archivístico, para con las teselas de datos sueltos y la
argamasa de los cada vez más escasos testimonios orales de sus paisanos más
longevos (en este sentido han jugado un importante papel los diarios personales
inéditos escritos por familiares de los autores) recomponer el rompecabezas de
la historia e intrahistoria de la localidad.
La
investigación, como anticipa su título, sigue un orden cronológico, arranca en
la Guerra de la Independencia y se extiende hasta la tercera semana de la guerra
civil española -11 de agosto de 1936-. En cada capítulo, tras una breve
contextualización del momento histórico en España, Aragón y provincia de
Teruel, presentan la situación concreta en el pueblo y analizan los hechos más
relevantes ocurridos en sus diferentes ámbitos de estudio: urbanismo,
patrimonio, guerras, agricultura, política, sociedad, medios de comunicación,
fiestas y tradiciones, personajes relevantes, turismo… Así, se nos informa de
la destrucción de sus murallas y portales y de la evolución de sus monumentos
más importantes; sabemos de las principales epidemias que ha sufrido la
localidad (cólera morbo y gripe); conocemos los principales trabajos agrícolas
y ganaderos y descubrimos la importancia del vino en la localidad a finales del
siglo XIX, un cultivo en la actualidad perdido, y del turismo –los conocidos
como veraneantes- en la economía local; asistimos a la llegada del ferrocarril,
el telégrafo, el teléfono, la luz y el agua (se nos explica con detalle la larga
polémica del abastecimiento y sus consecuencias políticas); documentan el
estado de la educación y la sanidad en el pueblo; nos participan los resultados
de las sucesivas elecciones, los enfrentamientos políticos y nos relacionan las
composiciones de las diferentes corporaciones municipales; disfrutamos de las
fiestas y romerías, descubriendo con sorpresa la importancia de sus Carnavales
y la existencia de una fiesta de “Moros y cristianos” de la que nunca habíamos
oído hablar; viajamos a partir de 1914 con paisanos aventureros
a los EE.UU. en busca del “sueño americano”; sufrimos los rigores de la prisión
de Florentín Villalba Brun, cautivo Abd el-Krim tras el
desastre de Annual; se nos presenta a importantes familias locales, Jericó y
Benso, entre otras, y a numerosas personalidades destacadas como los médicos
Sebastián Casinos y Vicente Ortiz, el tenor Juan García, el farmacéutico Aurelio Gámir, etc.
Conforme
avanza la crónica, lo económico, cultural, social y festivo, cede protagonismo
a la política y se nos describe con detalle el clima de enfrentamiento que
desgraciadamente desembocará en el levantamiento militar del 18 de julio, que
en Sarrión, como en tantos otros lugares, tuvo como consecuencia duras
represiones y asesinatos, incluido el de la personalidad central del relato,
Alberto Benso, cuyas crónicas periodísticas y archivo fotográfico constituyen
el cañamazo fundamental sobre el que se construye gran parte de los hechos
ocurridos durante el primer tercio del siglo XX en la localidad.
Crónica de Sarrión (1800-1936)
es un trabajo ímprobo que aúna rigor histórico y amenidad de lectura gracias a
una prosa fluida y precisa. Sus casi 700 páginas imponen respeto, pero se lee
como una novela, a lo que contribuye un extraordinario apoyo gráfico que ayuda
al lector a poner rostro a los protagonistas de las historias y paisaje a los
hechos narrados, recuperando siquiera de esta manera parte del patrimonio
desaparecido. Incluye también en impagable anexo relaciones de cargos
municipales, empleados estatales, profesionales, industriales, asociaciones y
cambio de nombre de calles y plazas.
Sarrión
está de enhorabuena, un trozo de su memoria se ha recobrado y no nos cabe duda
que ello redundará en futuros proyectos que se extiendan a otras épocas.
Javier Sanz Fernández, Enrique Sanz Gallur y Pablo Cercós Maicas, Crónica de Sarrión (1800-1936), Sarrión, Muñoz Moya Editores, 2023.
BIARRITZ, TERRITORIO LITERARIO
¿De dónde le viene su magia a
Biarritz? De su carácter de encrucijada de diferentes mundos: el francés, el
español, el ruso, el vasco… De ser el lugar elegido por el ecologismo ilustrado
para los “baños de impresión”, los famosos “baños de mar”, que pronto derivó en
distinguida ciudad de veraneo de la alta aristocracia europea, ese “París de la
costa vasca”, como se le conoce a partir del Segundo Imperio, con la llegada de
Napoleón III y de la emperatriz Eugenia de Montijo, que construyeron esa
residencia de verano, símbolo identitario de cierta Europa durante la llamada Belle Époque, que años más tarde sería
el Hôtel du Palais, para en su época dorada convertirse en lugar de refugio de
transterrados ilustres, en principio rusos, como el bello príncipe Félix
Yusúpov, uno de los asesinos de Rasputin o los Poliakoff, banqueros judíos y
reyes de los ferrocarriles rusos, tiempo después ya de todo el mundo, caso del
conocido como Bolo Pachá, un golfo marsellés de buena familia, comisionista
internacional y agitador cultural y festivo de Biarritz en su Villa Velléda,
que terminó siendo juzgado tras Mata Hari por espionaje y fusilado en abril de
1918.
En el oleaje de la memoria de
Biarritz presenciamos el ir y venir francés y español de monarquías, repúblicas
e imperios; asistimos a dos guerras mundiales, a la ocupación y liberación de
un territorio, al glamur del turismo de ilustres minorías y a la vulgaridad del
turismo de masas, todo ello salpimentado con la presencia constante de
personalidades de la realeza (Eduardo VII, Alfonso XIII, etc.), economía (los millonarios
Errázuriz, propietarios de otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad,
La Mimoseraie o Pierre d’Arcangues, financiero belga, magnate del sector de la
energía eléctrica y pionero de la explotación de las posibilidades de la
aviación, otro de los grandes animadores culturales de la ciudad), estafadores
(Serge Alexandre Stavisky), espías (Josep Pla, Manuel Aznar, Manuel Vidal
Quadra, etc.), conspiradores (Sanjurjo, Calvo Sotelo, Primo de Rivera, etc,) vamos,
por momentos, una novela trepidante.
Castillo describe con rigor
histórico y agilidad narrativa en veintitrés capítulos la literatura a la que
ha dado lugar la ciudad, convertida en territorio literario de novelistas,
poetas y viajeros, que han transmitido con plasticidad no exenta de atracción
los claroscuros de Biarritz en sus obras, porque como él mismo reconoce, “se
puede viajar solo, pero no se puede viajar sin lecturas”, así en este viaje le acompañan obras de Felipe
Trigo, Fernández Flórez, Azorín, Víctor Hugo, Zola, Flaubert, Maurice Rostand,
Raymond Roussel, Nabokov, José C. Valdés… y, claro, cómo no, de Proust, Irène
Némirovsky, Patrick Mondiano y un larguísimo etcétera. Pero también ha sido
lugar de residencia e inspiración para pintores como Benlliure o Picasso,
diseñadoras de moda como Coco Chenel, músicos como Stravinsky, Ravel o
Rubinstein y actores tan populares como Gloria Swanson, Douglas Fairbanks,
Raquel Meller, Gary Cooper, Bing Crosby, Charles Chaplin, Frank Sinatra, etc.
La historia de la ciudad y en cierto
modo también de Europa, se encuentra resumida en esa “lista de sombras” de los
nombres grabados en las tumbas del cementerio de Sabaou, “un tanto escondido en
un Biarritz algo secreto y alejado…”, nombres de todas las nacionalidades,
irlandeses, franceses, españoles, portugueses, croatas, holandeses, italianos,
armenios, rusos, polacos, ingleses, alemanes… y cruces de todo tipo, latinas,
vascas, ortodoxas, de Lorena, con estrella de David y compases masónicos… ejemplos
evidentes de su “cosmopolitismo póstumo”.
Fernando Castillo, como ya hiciera
en otras publicaciones anteriores (Atlas
personal, Un cierto Tánger o Rapsodia italiana) vuelve a demostrar
sus dotes como excelente historiador de la cultura y como escritor, capaz de extractar
los amplios y diversos conocimientos de numerosas lecturas y esencializarlos en
una prosa entre narrativa y ensayística, absorbente y seductora, sugestiva y
placentera en la que de manera fluida se relacionan múltiples saberes: historia
y arquitectura; el detalle humano con la referencia cultural; la literatura con
la música y la pintura; el gusto y el olfato con la mirada de un paseante
curioso, de un fotógrafo que busca el ángulo inédito, la fotogenia callada de lo
que fue y ya ha dejado de ser, para de esta forma hacer viajar al lector a
Biarritz sin moverse del sofá, estamos ante la obra de un excelente lector y
viajero que, bebiendo de una extensa bibliografía, de sus recuerdos familiares
–una colección de postales heredada de sus bisabuelos en vísperas de la Gran
Guerra- y los propios de un biarrot
de adopción, como él mismo se reconoce, así como también de sus impresiones
sobre el terreno, escribe un ensayo amable, culto y luminoso, de grata y
amenísima lectura, en el que evoca una época ya pasada poblada de ilustres espectros,
un mundo hoy desaparecido y reconvertido en decorado turístico.
Memoria
de Biarritz es más, mucho más que un libro de viajes, son veintitrés postales
en blanco y negro que gustará, y mucho, al viajero que reniega de la guía
online y busca penetrar en la esencia de esta ciudad.
Fernando
Castillo, Memoria de Biarritz, Confluencias
Editorial, 2022
EL PRADO, UN ESPACIO DE PENSAMIENTO
Nadie que conozca la obra de Agustín
Sánchez Vidal pensará que su último ensayo, La
vida secreta de los cuadros, se limite solo a presentar sesudos análisis
pictóricos al uso o pretenda atraer la atención del lector con visiones
esotéricas sensacionalistas, desde luego, todo eso lo encontrará en su justa
medida, pero su pretensión última es más ambiciosa, completa y universal, de
alguna manera nos la anticipa en el subtítulo de la obra, Un recorrido diferente por el Museo del Prado, y nos la explica en
su prólogo, “El camino español o pintura de la variedad del mundo”: no estamos
ante una “guía del museo a través de sus ‘grandes éxitos’”, su propósito es hacérnoslo
disfrutar desde la erudición y la anécdota mostrando “las historias que exhibe,
esconde o deja adivinar”, crear una cartografía abierta -nunca definitiva-, que
reflexione acerca de la imagen, pero también acerca del mundo y de la vida. En
suma, su intención es la de enseñarnos el Prado como un espacio de pensamiento
abierto.
Etimológicamente la palabra museo
proviene del griego moyseîon,
propiamente “lugar dedicado a las Musas”, un templo consagrado a las nueve jóvenes diosas protectoras
de la épica, la música, la poesía amorosa, la oratoria, la historia, la
tragedia, la comedia, la danza y la astronomía. De alguna forma son las
inspiradoras de la creación, el arte, el saber y la elocuencia, si aplicamos
esta definición original a nuestro museo nos encontramos ante “un espacio con
plena capacidad para repensar el mundo” y se convierte en una “atalaya” desde
la que contemplar y comprender la vida humana. Pero, además, el Prado, por su
gestación y configuración, tiene un valor único y especial que lo distingue de
otros grandes museos mundiales como el Louvre o el British, precisamente porque
habla de manera directa sobre España, sobre nuestra historia e, incluso, sobre
nuestra idiosincrasia, es, como él mismo define, un “ágora sobre lo que nos ha
constituido como colectividad”, en este sentido, esta obra se emparenta
directamente con su ensayo, Sol y sombra,
por lo que tiene de introspección y homenaje a España, por su forma de
relacionar pasado y presente, arte y vida cotidiana.
Junto con el Prado –continente y contenido-,
uno de los personajes principales de su trabajo es el complejo y contradictorio
Felipe II (el “rey papelero”, que se pasaba horas y horas atendiendo la
correspondencia, admirador de Tiziano, pero fascinado por otro pintor en sus
antípodas, El Bosco) y su época, cuando
en España no se ponía el sol, pero su persona y cuadros sirven no solo para
hablar de pintura e historia, sino de matrimonios de conveniencia, del
nacimiento de la correspondencia en el mundo, la creación de los servicios de
espionaje y de la criptografía, de duelos y disputas por amor… para cerrar el
capítulo regalándonos el argumento de una novela policíaca con trasfondo
histórico con Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, como
protagonista.
Sánchez Vidal analiza la importancia
y el simbolismo de los colores, en especial en los bodegones, esos cuadros
aparentemente inocuos, interpretables de inmediato que, como el resto del arte
figurativo, simulan que transcriben la realidad tal cual es, pero no es así,
también están codificados y bajo su sagaz mirada descubrimos la simbología
política de los alimentos, así el naranja fue emblema del protestantismo porque
su nombre coincidía con el de Guillermo de Orange, momento en el que en la
pintura holandesa se impone ese tono para las zanahorias y otros productos
hortícolas, o que los arenques simbolizan la resistencia contra los españoles,
porque constituyó el alimento que les permitió aguantar durante el cerco de la
ciudad de Leiden, en el marco de la guerra de Flandes. Por el contrario, como
contrapunto, el azul, hasta ese momento muy poco utilizado por su elevado coste
de elaboración, terminó convirtiéndose en el de la Inmaculada Concepción y, a
la postre, en el de la bandera europea, elección mal digerida por los países
protestantes de la Unión, cuyo uso interpretaron como una conspiración
religiosa e ideológica de los católicos.
Otro personaje principal es Goya, o
los diferentes Goyas que conviven en sus paredes estableciendo visiones radicalmente
distintas de España: la colorista, alegre y placentera de su etapa juvenil en
“La pradera de san Isidro”, frente a la
sombría y siniestra de “La Romería de san Isidro” de sus pinturas negras.
Uno de los capítulos más curioso y
documentado es el que dedica a los bufones y “gentes de placer” -enanos, locos,
titiriteros, fenómenos-, centrado en su mayor parte en la pintura de Velázquez
y en su humana y personal relación con ellos y con los monarcas.
Sánchez Vidal nos enseña que las
imágenes nunca son transparentes, juegan con códigos o lenguajes determinados
por el contexto histórico, la cultura o la educación. El cuadro trampantojo
elegido para la portada, de cuyo marco sale –o entra- el título y un niño, nos
lo anticipa: este ensayo
quiere romper el espacio pictórico, hacer permeable el marco, y prorrogarlo
hacia el el espectador para incluirlo dentro y hacerlo partícipe de su mensaje;
mirar una obra de arte no es verla como algo externo, ajeno a quien lo
contempla, sino que también puede servir para conocernos más y mejor.
Siguiendo el gracianesco aforismo,
“no todos los que miran ven”, nos evidencia que la visión no es solo un
fenómeno óptico, implica también acuerdos, convenciones y procesos sociales, su
mirada va más allá del canon tradicional y establece conexiones con otras
múltiples disciplinas: arte, literatura, cine, ciencia, economía, sociología y
realidad se integran y se explican mutuamente estableciendo constelaciones de
significado, de manera que esta capacidad para encontrar vínculos entre ámbitos
diversos del conocimiento y nuestro propio presente nos ayuda a entender mucho
mejor el mundo en que vivimos y a nosotros mismos. De esta forma, nuestra
mirada se amplia y completa convirtiendo al museo del Prado en un espacio de
pensamiento que nos obliga a hacernos preguntas, así, guiados por el especialista, pero con divulgativa
y esencial exposición de maestro de escuela regada por el refrescante chirimiri
de la lluvia fina del humor, descubrimos que las imágenes sirven de motor
cultural, narrativo y vital para los hombres, de alguna manera son contadoras
de historias y crean relatos colectivos que nos ofrecen un conocimiento
transversal y no estandarizado del mundo. Fuera de estas ficciones no existen
dioses, ni naciones, ni dinero, ni leyes… Como señala en el capítulo,
“Cicatríces de Babel”, en el que analiza este recurrente mito a lo largo de la historia
y sus implicaciones lingüísticas-político-religiosas presentes en las
diferentes artes, los relatos son los únicos capaces de “sobreponerse a las
ruinas de los imperios y monumentos[…] Pueden conectar Babilonia con Nueva
York, superando la geografía y la historia, atravesando los continentes desde
Asia hasta América o los siglos a lo largo de cuatro mil años. Son capaces de
mantener toda su vigencia y dejar por el camino un reguero de obras maestras,
generando miles de glosas abordadas desde las más diversas manifestaciones
artísticas, instancias culturales o derivas geopolíticas.”
Agustín
Sánchez Vidal, La vida secreta de los
cuadros, Barcelona, Espasa, 2022.