YAHUAR QUIPU
En 2005, dábamos cuenta en estas mismas páginas de la magnífica novela de Agustín Sánchez Vidal, La llave maestra, su primera incursión en el género. Ahora, tres años más tarde, vuelve a cautivarnos con Nudo de sangre, obra con la que ha obtenido el prestigioso Premio Primavera de Novela de la editorial Espasa, consolidando de esta forma su trayectoria como novelista (recordemos que como estudioso de la literatura y del cine su prestigio es internacional, ya en 1988 ganó el Premio de Ensayo Espejo de España de la Editorial Planeta con su trabajo Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin) y se sitúa a la altura de nombres tan prestigiosos en la narrativa actual española como Rosa Montero, Lucía Etxebarría, Juan José Millás o Lorenzo Silva, anteriores ganadores del citado premio.
Nudo de sangre comienza con un breve prólogo que nos traslada a una noche de luna llena de 1573: el espectral Buque Negro, al que se atribuyen las misiones secretas de los jesuitas -“una araña negra recorriendo incansable su tela bien tejida”-, desembarca en las costas españolas a una india del Perú y a un jesuita. De esta manera tan cinematográfica, Agustín Sánchez Vidal comienza a tejer su relato, que tiene su continuación dos siglos después, en 1780 en el Madrid de Carlos III , donde el ingeniero militar Sebastián de Fonseca se verá inmerso en una maraña de intrigas y asesinatos (incluidos los de su padre y su tío) y se enamorará de la princesa inca Umina, con la que viajará hasta el Perú en busca del culpable de los crímenes, de la ciudad perdida de Vilcabamba y de sus fabulosos tesoros.
Como se puede observar por este sucinto resumen, estamos ante una novela de aventuras clásica: acción trepidante, liderazgo del protagonista, viajes, lugares exóticos y esotéricos, persecuciones, batallas, pasadizos y gabinetes secretos, misterio, riesgo, tesoros, etc.;. Pero Nudo de sangre es también historia, la del Perú colonial entre los siglos XVI -cuando Atahualpa es apresado y muerto por Francisco Pizarro- y XVIII -cuando los jesuitas conspiran tras su expulsión de España-. De esta manera, Agustín Sánchez Vidal urde una trama en la que no se nota la juntura entre lo histórico y lo inventado. Así pues, su novela no es un paternóster ni un ahorcaperro o un trancahilo, su novela es un auténtico “yahuar quipu”, un “nudo de sangre” ( el lenguaje simbólico de las cuerdas y nudos de los incas se convierte en manos de Agustín Sánchez Vidal en la metáfora central de toda la narración: por un lado, alude a su escritura y, por otro, a la sangre indígena explotada por los colonizadores) en el cual la documentación y la imaginación se trenzan con maestría de “quipucamayo”, con auténtico equilibrio, construyendo una urdimbre narrativa casi inextricable, en la que se entrelazan personajes ficticios con otros reales; textos, obras literarias y crónicas auténticas con otras inventadas, recurriendo, entre otras artimañas, al cervantino y muy literario recurso de las hojas perdidas y reencontradas de una crónica mediante la que nos trasmite con sencillez y claridad los datos históricos y nos informa de la descendencia real de los reyes incas y de los avatares de su imperio después del asesinato de Atahualpa.
En este sentido hemos de insistir en que el género de aventuras históricas es un magnífico instrumento para leer de forma crítica el pasado y también el presente. Así encontramos fragmentos como el siguiente: “Quemar aquellas cuerdas nudosas que los quipucamayos veían arder con lágrimas en los ojos era lo mismo que arrasar los archivos y libros de un pueblo, con la irreparable extirpación de su memoria”. De esta forma, casi imperceptible, Agustín Sánchez Vidal imprime a su texto una segunda lectura más comprometida y trascendente, que va más allá de la pretensión inicial del género de hacer pasar un buen rato al lector y lo convierte en una contundente crítica, sin maniqueísmos fáciles ni afanes moralizantes, de la colonización española: “Haciendo acopio de fuerzas, procedió a otorgar su memorial, un estremecedor documento sobre la destrucción de la cultura inca [...] se convertía a los pocos renglones en una denuncia de tal rango que desautorizaba de punta a cabo la conquista y colonización. No sólo la española, sino cualquier otra. Por una vez, la Historia no quedaba reducida a aquel insufrible desfile triunfal de los vencedores, plagado tan a menudo de asesinos y ladrones”.
En Nudo de sangre la historia principal, la aventura, es tan importante como los detalles de la vida cotidiana; la trama histórico política de la colonización hispánica lo es tanto como el estudio de las pasiones humanas. En suma, Agustín Sánchez Vidal cuida todos los detalles y nos entrega una obra entretenida y comprometida a la vez, un verdadero homenaje a la cultura andina sin caer en demagogias indigenistas ni ramplones patrioterismos hispanos. Les gustará.
AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL, NUDO DE SANGRE, Madrid, Espasa, 2008.
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