CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

miércoles, 4 de abril de 2012

UN MÚSICO DE CINE: ANTÓN GARCÍA ABRIL (II)


Antón García Abril en el rodaje de La fiel infantería.
Foto tomada del libro de
Javier Hernández y Pablo Pérez,
Antón García Abril. El cine y la televisión
 (Zaragoza, Diputación Provincial, 2002)
SUS COMIENZOS EN EL CINE
Tras estudiar en el Conservatorio de Valencia y después en el de Madrid, Antón García Abril completa su formación musical en Italia bajo el magisterio de Goffredo  Petrassi y el gran compositor de música de cine Francesco Lavagnino.  Sus inicios en el cine se remontan al año 1955, siendo todavía Antón García Abril estudiante en Madrid, cuando, José Mª Belloch, a la sazón juez de Teruel y guionista en esos momentos de la película Torrepartida, que se estaba rodando en Albarracín, lo recomendó a su director, Pedro Lazaga, para que compusiera la música. En un primer momento, esta propuesta no parece agradar al prolífico realizador, pero, al fin y a la postre, no sólo la aceptó, sino que concluyó con una fecunda colaboración que se prolongó durante 22 años y  se materializó en 68 películas, algunas de ellas tan famosas como Ana dice sí, La fiel infantería (con esta banda sonora obtiene el Premio Nacional del Sindicato de 1959, galardón que volvería a conseguir en 1968 con otra película de Lazaga, No le busques tres pies, y por tercera vez en 1975 con Los pájaros de Baden-Baden, de Mario Camus), Los tramposos, Los económicamente débiles, La ciudad no es para mí, etc. De esta forma, Antón García Abril se convierte en un nombre fundamental de la composición musical aplicada al cine en la etapa que fue de mediados de los cincuenta hasta finales de los setenta, caracterizada principalmente por la producción de las denominadas “comedias a la española” o “españoladas”, muchas de ellas dirigidas por Lazaga, Mariano Ozores o Vicente Escrivá, y producidas en su mayor parte por José Luis Dibildos y Pedro Masó, a las que Abril aporta ritmos de jazz, melodías y canciones pegadizas en la mejor tradición de sus contemporáneos italianos: Sor Citröen, El turismo es un gran invento, Vente a Alemania Pepe, Abuelo made in Spain, Las Ibéricas F.C., La llamaban la Madrina, Lo verde empieza en los Pirineos, Manolo la nuit,  etc. También cultivó el thriller  en El rostro del asesino (1965), de Lazaga, y Culpable para un delito (1966), de José Antonio Duce, el spaghetti-western, por ejemplo en  Tierrra brutal (1961), de Michael Carreras o Adios, Texas (1967), de Ferdinando Baldi, y el cine de terror  en el caso de las películas de León Klimovsky o de Amando Osorio, entre otros.




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