Cuando este tipo de cine comercial decrece, la producción de Antón García Abril también desciende, pero, sin embargo, busca nuevos caminos musicales y sus partituras acusan un importante enriquecimiento sinfónico y se hacen mucho más ambiciosas, logrando trabajos tan depurados como La lozana andaluza (1977), de Vicente Escrivá, El perro (1978), de Antonio Isasi, El crimen de Cuenca (1979) y Gary Cooper, que estas en los cielos... (1980), de Pilar Miró, La colmena (1982), Los santos inocentes (1984) y La rusa (1987), de Mario Camus, Réquiem por un campesino español (1985), de Fernando Betríu, en la cual, por cierto, la interpretación musical corrió a cargo de la “Rondalla Alegría” de Alcañiz, o Romanza final (1986), de José Mª Forqué.
Mario Camus y Antón García Abril. Foto tomada del libro de Javier Hernández y Pablo Pérez, Antón García Abril. El cine y la televisión (Zaragoza, Diputación Provincial, 2002) |
Ese mismo año, en el “I Encuentro Internacional de Música de Cine”, celebrado en Sevilla, se le dedica un ciclo especial a su obra y se graba un disco homenaje, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por el propio compositor, en el que se recogen sus mejores bandas sonoras, tanto cinematográficas como televisivas.
En esta misma línea, y como reconocimiento a su labor, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España le encarga en 1987 la Obertura de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas, composición con la que se abre desde ese año el acto anual de entrega de los “Premios Goya” de la citada Academia.
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