CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 18 de julio de 2011

ANDRÉS MARÍN Y ESTEVAN (1843-1896): ALCALDE DE TERUEL (II)

                                                                   EN EL TEATRO REAL DE MADRID
                En la temporada 1881/82 se dio una gran animadversión del público hacia el empresario del Teatro Real, señor Rovira, debido a un aumento desmesurado de los precios de las localidades, sobre un 30%, hecho que produjo una baja masiva en los abonos y en la afluencia al coliseo. Además, el público madrileño era uno de los más exigentes de Europa y Gayarre, que en la temporada precedente había tenido una relación tormentosa de amor odio con el mismo (en especial con el empresario), presagiando una temporada movida y hostil, se negó a cantar en la mencionada temporada manifestando, como recoge la prensa de la época “…que no vendría en 1881 a Madrid; conocedor de las veleidades de nuestro público, no ha querido ser víctima de ellos, dejando el puesto a diferentes artistas que hagan apreciar mejor el mérito del egregio artista navarro”.
            Antonio Aramburo fue uno de los tenores elegidos para sustituirlo, pero ya desde el comienzo de la campaña se las tiene tiesas con la dirección de la empresa y quiere rescindir su  contrato, como ya lo hiciera otro de los tenores, el polaco Ladislav Mierzwinsky. Sin embargo, cantó aceptablemente su primera ópera, La fuerza del destino. Las cosas se torcieron más en la segunda, Rigoletto, y alcanzaron el escándalo con El Trovador, donde protagonizó una de sus ya mencionadas espantadas, así, ante sus injustificadas indisposiciones, fue sustituido por Marín en alguna representación.
            El turolense debutó cantando con profesionalidad El Profeta, pero como reseñaba algún crítico, los prejuicios del público madrileño eran evidentes: “Inútil es decir que los espectadores del teatro Real se habían constituido en jurado inexorable, dispuesto a pronunciar su veredicto por la impresión que en primer momento les produjo el nuevo artista […], que se presentaba luchando con el recuerdo de Gayarre en el dificilísimo papel de ‘Juan de Layde’. El efecto que el artista español nos produjo fue excelente. Tiene voz hermosa y de excelente timbre, canta con gusto y delicadeza y frasea perfectamente…” Pero los espectadores más intransigentes pagaron con el turolense su frustración por la ausencia de su ídolo: ” Preciso es confesar, además, que la conducta de los espectadores, o de una parte de ellos por lo menos, contribuyó a aumentar los temores del cantante. En el raconto y aria del segundo acto se hizo aplaudir calurosamente por la mayor parte del público, que a pesar de los chicheos y protestas de otra parte de los espectadores, le hizo salir repetidas veces a la escena…”  En general, la prensa denunció esa injusticia en términos como los siguientes: “No terminaremos esta reseña sin condenar el sistema que para juzgar a los cantantes ha tomado una parte del público del teatro Real. En las primeras representaciones deben desecharse ciertas manifestaciones que perturben a los artistas, impidiendo que sean juzgados con la imparcialidad de que debe dar siempre muestra un público culto y sensato”.También hubo críticos intransigentes que se cebaron con el turolense con palabras tan duras como las siguientes: “El tenor Marín, que en sus tiempos tuvo buena voz, está ya en decadencia; engola todas las notas, amén de arrastrar la voz cuando quiere subir; recita con frialdad; desafina con frecuencia; está en escena tieso como un centinela prusiano, y cuando se le ocurre moverse, parece un aficionado de teatro casero”. Otros, sin embargo, se muestran a nuestro juicio más ecuánimes y no castigaron en la interpretación de nuestro paisano la ausencia de Gayarre, así leemos:”… es menester manifestar que la actitud de una parte del auditorio con un virtuoso como Marín me parece injusta y cruel. Posee aquel dotes y cualidades que deben asegurarle aplauso y aceptación, excelente escuela de canto, buena figura, modales elegantes y finos, forman un conjunto raro entre los tenores actuales, y le conquistan elevado puesto en la escena moderna”. De hecho, de su interpretación en Guillermo Tell,  algún crítico alabó su actuación con palabras tan justas como las que siguen: “Triunfar allí donde su antecesor electrizaba (se refiere al ya mencionado con anterioridad, Enrico Tamberlick) al auditorio, es doble triunfo y altamente glorioso”.
            En conclusión podemos decir que Marín se comportó como un profesional y cumplió con sus obligaciones cantando durante esa temporada en veinticinco funciones. Las óperas en las que intervino fueron Guillermo Tell, Roberto el diablo, El Profeta, El Trovador y Linda de Chamounix.
            A comienzos de 1882, partió para Italia con la compañía de ópera que había de actuar en la Scala durante la temporada de Carnaval y Cuaresma, cantando las óperas El Trovador y Lucía.
            Después de Milán, regresó a España, para posteriormente partir hacia Londres, donde volvió a cantar con Adelina Patti. Más tarde regresó al Teatro Real de Madrid donde el 5 de octubre cantó Linda, en la que tuvo que repetir la romanza del tenor a petición del público; sin embargo, algunos críticos parece que vieron otra representación, pues dijeron, “el Sr. Marín, que es un tenor de fuerza y desempeñaba su papel de tenor de gracia, no logró agradar al público, que en alguna ocasión le manifestó su disgusto”.
            El 3 de enero de 1883, se encontraba de nuevo en Milán, donde volvió a ser ‘Manrico’ en El Trovador, compartiendo cartel con el barítono Napoleón Verger (Conde di Luna) Emma Turolla (Leonora), Adelina Paschalis Souvestre (Azucena), Luciano (Lorenzo), Lombardelli (Ferrando), bajo la dirección de Franco Faccio. El resto del año lo pasó en Teruel, renunciando a algunos compromisos, en especial en Italia (Palermo entre otras localidades), por encontrarse enfermo.
            En marzo de 1884, junto con su mujer y Verger, crearon una compañía de ópera para actuar en provincias compuesta por la soprano Maria Mantilla, el tenor Oreste Capelleti, el también tenor Guglielmo Rubis, el bajo Pablo Meroles, Incera, y Pignolosa. El matrimonio se dedicaba a ejercer de empresarios, participando esporádicamente si era necesario en determinadas funciones o en títulos representativos de su repertorio. Tenemos constancia de que actuaron en el mes de abril en Murcia con un éxito importante cantando El Trovador, Lucía y La Traviata. En mayo lo hicieron en el  teatro Principal de Alicante, debutando con El Trovador, en cuyos principales papeles encontramos a Marín, Verger y María Mantilla, esta soprano será la estrella de la gira (parece ser que esta cantante tenía una hija no reconocida de Julian Gayarre, a la cual dejó en su testamento la cantidad de 25.000 duros). Marín también cantó Lucía con la soprano ligera Incera y el bajo Pignolosa. Su éxito más destacado en esta localidad fue La Traviata, compartiendo cartel con su mujer y con Verger. Después cantaron en Cartagena (cinco representaciones), Córdoba y en junio lo hicieron en el Teatro Principal de Cádiz, donde cantaron Los Hugonotes y Los Puritanos, recibiendo igualmente grandes aplausos. Más tarde viajaron a Vigo y posteriormente actuaron en el coliseo dos Recreios de Lisboa.

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